Un reportaje de ‘La Nación’, el 4 de febrero último, recoge la exclamación usual de la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, al comentar la fuerte caída de la economía nacional: “El mundo se nos cayó encima”.
El desplome del 2012 lo han sentido los argentinos sobre todo en sus bolsillos. Muy diferente ha sido la suerte de los países vecinos, cuyos principales indicadores económicos se han encumbrado.
Con una inflación récord en el área (25,6 %) y el desempleo a toda vela, la producción y comercio externo, además de la inversión foránea directa, se hunden en Argentina. En contraste, la prosperidad prevalece a su alrededor, como lo acreditan Colombia, Chile, Uruguay y Perú, entre otros.
La explicación de lo ocurrido se encuentra en la política populista a ultranza prohijada por la mandataria Cristina Fernández de Kirchner. A inicios de la década pasada, Argentina declaró una cesación de pagos de sus obligaciones externas que constituyó un récord mundial y hoy todavía afecta a un importante sector de acreedores.
A partir del 2003, gracias a un repunte en los precios de los principales productos agrícolas de exportación y el alivio de no pagar deudas, el entonces presidente Néstor Kirchner inauguró un periodo de pujanza. El éxito le permitió a su esposa disfrutar los dividendos y ganar las elecciones del 2007.
El fallecimiento del exmandatario Néstor Kirchner, en el 2010, señaló el distanciamiento de la política monetaria y hacendaria que con crecientes dificultades mantenía a flote al país. La presidenta se reeligió en el 2011 con un margen importante de respaldo interno. A partir de ahí recrudecieron los enfrentamientos con los exportadores del agro e importantes organizaciones sindicales, al tiempo que la popularidad de la mandataria descendió velozmente.
La visión del quehacer presidencial exige mencionar el giro hacia el populismo chavista de su política exterior, atada cada día más al ALBA y a su líder máximo. El aislamiento internacional ha ido de la mano con la inserción de Argentina en la esfera chavista.
Un elemento importante de ese fenómeno es el apoyo financiero de Chávez, que le ha permitido a la gobernante sortear desgracias en los organismos internacionales. Pero las tretas en la contabilidad nacional finalmente exasperaron al Fondo Monetario Internacional (FMI) y a otras instituciones multilaterales.
El caso más notorio de esta faceta de la administración Fernández tiene que ver con la inflación galopante. Para disfrazarla, los incrementos inflacionarios son alterados en las cuentas oficiales. La Casa Rosada incluso desató una persecución de profesionales y medios de comunicación que cuestionaban esos manejos oficiales.
La anomalía fue detectada tiempo atrás por el FMI, que apercibió a la Casa Rosada de los peligros que implica. La semana pasada, el FMI censuró a Argentina por las fallas y le dio plazo hasta noviembre próximo para corregir el curso. De no normalizar la situación en ese plazo, las penas serían más drásticas.
Coincidiendo con el anuncio del FMI, Argentina impuso un congelamiento de precios en los supermercados. La intención de la Casa Rosada es calmar el malestar del público con la inflación. Sin embargo, esta vía ha fallado en el pasado y más efectivo sería recortar el gasto público, opción que el Gobierno hasta ahora ha resistido.
Junto con el agitado frente económico, Argentina encara litigios de acreedores que han resultado en el embargo de activos nacionales, como hace poco sucedió con un navío de la Marina en Ghana. Para evitar situaciones embarazosas, la Casa Rosada prefirió arrendar una aeronave de bandera extranjera para una reciente gira al exterior de la presidenta.
Finalmente, otro evento agita el torbellino en la casa de gobierno. Se trata del arreglo con Irán para evitar detenciones de los oficiales de ese país implicados en los dos casos de terrorismo, de 1992 y 1994, que se siguen en los tribunales bonaerenses.
El documento de arreglo al que se dio publicidad, contiene serias lagunas. Esa anomalía ha afianzado la opinión de que hay razones de fondo para restar credibilidad a la Casa Rosada en todo ese affaire. También parece inevitable que la serie de escándalos y desaciertos en la conducción del Gobierno continúe.