Observamos en los últimos días una gran volatilidad en las bolsas de valores, monedas y tasas de interés en muchas naciones del mundo, incluidos los países en desarrollo. Los fenómenos parecen estar relacionados. ¿Se eximirá Costa Rica de sus repercusiones? Veamos primero los movimientos, las causas y luego las posibles acciones precautorias.
k Volatilidad. Según algunos analistas, el último remezón bursátil se desató tras el desplome de las bolsas en China (Shanghái y Pekín). En julio, ya habían perdido un 30% a pesar de las medidas oficiales y mayor liquidez impulsada por el Banco Central, y en agosto volvieron a caer un 20% adicional. Esas caídas espectaculares repercutieron en las bolsas asiáticas, europeas y en EE. UU., lo que causó incertidumbre entre los inversionistas. El Dow Jones de Nueva York cayó por debajo de la barrera de los 16.000 puntos, en Europa los principales índices accionarios también se tambalearon, al igual que en otros países, pero en Asia, en especial en China, el socollón fue más pronunciado. Paralelamente, las monedas de muchos países, que también se habían venido depreciando, cayeron con más intensidad.
Las bolsas experimentaron una alucinante montaña rusa la semana pasada. El lunes, el Dow Jones perdió 1.000 puntos al iniciarse la sesión, el martes se recuperó un poco, pero al final volvió a caer, y el miércoles comenzó un acelerado proceso de recuperación. El Dow Jones subió el miércoles un 2,45% (373 puntos) para volver a ubicarse por encima de los 16.500 puntos, Standard & Poors ganó un 2,5% y el Nasdaq un 3,2%. El jueves se registraron avances similares. En Europa, las bolsas también se recuperaron y las monedas de varios países en desarrollo, cuyas cotizaciones habían descendido al inicio de la semana, remontaron. Aparentemente, las sucesivas bajas de las tasas de interés del Banco Central de China hicieron el milagro.
k Causas. ¿Fue realmente un milagro económico? ¿Se mantendrán las bolsas y monedas estables en el futuro cercano? Aunque las preguntas se queden, por ahora, sin respuesta dada la incertidumbre que aún prevalece, es necesario indagar sobre las verdaderas causas de la volatilidad. Algunos la atribuyen a la doble devaluación del yuan consentida por las autoridades chinas hace escasas semanas con el propósito de ganar competitividad, estimular las exportaciones y anticipar la eventual normalización de las tasas de interés en los EE. UU. Es, ciertamente, una explicación de lo acontecido, pero es necesario indagar un poco más.
Las monedas se mueven en respuesta a cambios en los indicadores fundamentales. Si la economía de un país crece, se aprecia su moneda (y a la inversa). Y aunque el yuan ha estado durante años pegado al dólar por decisión administrativa, la economía china ha entrado en una nueva fase de ralentización, caracterizada por menores tasas de crecimiento real. Y ese es, precisamente, uno de los principales problemas de fondo, no solo para China sino también para los países en desarrollo. Si China no crece como antes, los países exportadores de materias primas y otros bienes a esa nación experimentarán también menores tasas de expansión real, lo que repercutirá en el valor de sus monedas. Devaluar el yuan implicaba un reconocimiento oficial de la debilidad de la economía china y por eso se movieron las bolsas de valores en otros países y también sus respectivas monedas. Menor crecimiento en China implica menor demanda de petróleo y otros productos que también bajaron en días pasados, y menores precios de materias primas exportadas por los países en desarrollo.
En vista de la ralentización, el Gobierno chino ha empezado a explorar otras avenidas de crecimiento. Además del impulso a las exportaciones y la vigorosa inversión pública que caracterizó su modelo de desarrollo, pretende ahora atizar el consumo interno para estimular la demanda agregada y replicar las altas tasas de expansión registradas en el pasado. Para ello, no solo devaluó y rebajó en varias ocasiones las tasas de interés, sino que aumentó la liquidez al disminuir los encajes bancarios y relajar las cotizaciones cambiarias en su propio mercado. Pero la evolución de la economía china está lejos de terminar para cantar victoria y apostar a la estabilidad. A largo plazo, sin embargo, las medidas adoptadas podrían producir efectos positivos si se acompañaran de más liberalización. No en vano el Fondo Monetario Internacional le recomendó en su último informe avanzar en otros cambios estructurales orientados al mercado para retomar la senda de alto crecimiento, pero tomará tiempo.
Han surgido también otras explicaciones de la volatilidad accionaria y cambiaria en el mundo. Una de las más difundidas es la anticipada normalización de las tasas de interés por la Reserva Federal. Aunque la mayoría de los economistas la esperaba en setiembre, ahora se inclinan por diciembre, habida cuenta de los vaivenes bursátiles. Al subir las tasas de interés, variarán favorablemente los precios relativos de los títulos de deuda a plazo fijo, en detrimento de los dividendos de las acciones, que normalmente no son muy elevados. Y eso conduce a otra posible explicación, relacionada con la anterior, centrada en el valor de las acciones en respuesta a las políticas monetarias expansivas y bajas tasas de interés, conocidas como QE I, II y III.
La Fed impulsó con su liquidez una fuerte expansión de las bolsas de valores en los últimos años (el Dow Jones subió de 8.000 puntos tras la crisis del 2008 hasta 17.000 puntos recientemente), sobrevaluando, según algunos observadores, el valor de las acciones y el mercado estaba listo para una corrección. En los próximos días se verá cuánta razón tienen. Sin embargo, hay otro argumento igualmente persuasivo, o más, relacionado con los elementos fundamentales de la economía en EE. UU. El crecimiento real para este trimestre será alto según indicadores adelantados. Han mejorado el mercado de bienes raíces (5%), los índices de confianza del consumidor y aumentaron las nuevas órdenes de compra de bienes duraderos. Además, el desempleo ha bajado, todo lo cual da señales de que la economía va por el camino correcto. Y si se agrega que la turbulencia no tuvo orígenes en los Estados Unidos sino en otros mercados, y que el sector externo no pasa de un 15% del PIB (el 70% es consumo privado), es de esperar que lleguen a estabilizarse las bolsas de valores, sin descartar, desde luego, nuevos episodios de volatilidad. Pero no vamos a ver una crisis de mayores proporciones.
k Cautela. Costa Rica no tiene una bolsa de valores muy desarrollada ni las acciones ticas se cotizan en el exterior como para sentir replicas del remezón accionario. Tampoco exporta grandes cantidades de bienes a China (3%) ni exporta petróleo u otras materias primas, por lo que no sufrirá mucho la balanza de pagos. Nuestra moneda no necesariamente se afectará a corto plazo, como si sucedió con las de otros países exportadores de petróleo y materias primas. De hecho, las cotizaciones en el Monex han permanecido bastantes estables. Pero eso no significa que seamos inmunes ni estemos perennemente vacunados. Siempre es bueno andar con cautela.
Hay factores a los que debemos prestar atención. Uno es la eventual normalización en las tasas de interés en EE. UU., que podría afectar los flujos de capital y el valor del colón; otro, que el sentimiento de los inversionistas hacia países en desarrollo está variando en EE. UU. y podría abarcar a Costa Rica y afectar las entradas de capital, necesarias para balancear el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Si sucediera, el Banco Central debería manejar la situación con prudencia, contrarrestando señales de volatilidad injustificada, pero sin anular ajustes saludables en el tipo de cambio para mantener la competitividad. Debe hacer buena su promesa de no estar casado con ningún tipo de cambio. El nuevo régimen cambiario, más flexible, aprobado en enero pasado, es un eficaz instrumento de ajuste en el arsenal del Banco Central.
El otro factor de vulnerabilidad son las finanzas públicas, que hemos discutido ampliamente. La experiencia de esta crisis bursátil y monetaria demuestra que sufren más los países con desequilibrios macroeconómicos que los que están mejor manejados. Si disminuyéramos el déficit fiscal mediante una reducción significativa de gastos y con nuevos ingresos para restablecer el equilibrio macroeconómico, estaríamos mejor preparados para enfrentar los desafíos externos.