La carretera de Circunvalación, destinada a despejar las congestionadas calles de San José, es obsoleta. Si fuera disfuncional, por inconclusa, no sería tan mala la noticia publicada ayer por este diario. Hay tramos de vía, accesos y pasos a desnivel planeados hace 40 años y todavía no construidos, pero, cuando estén listos, la vía habrá sido sobrepasada por el tráfico.
En este momento, la Circunvalación no da abasto y lo mismo podrá decirse cuando concluyan los trabajos en los cinco kilómetros faltantes del arco norte, entre La Uruca y Calle Blancos. El círculo quedará completo y el alivio para los conductores será significativo, pero la carretera no cumplirá a cabalidad su cometido en las horas pico.
El contrato fue adjudicado hace dos semanas y están por delante los engorrosos trámites a cuya existencia nos hemos habituado. También se espera el comienzo, el mes entrante, del levantamiento de un paso a desnivel sobre la rotonda de Paso Ancho. Esas obras, una vez planeadas como solución para el congestionamiento vial, hoy son, prácticamente, medidas paliativas.
Así de dramática es la situación de nuestra infraestructura y ese el significado más profundo de la información de hoy, en la sección de Economía, sobre el paulatino descenso del presupuesto destinado a desarrollar obras en el país. A la escasez de gasto autorizado se suman la subejecución de las partidas previstas, los engorros burocráticos y más de un prejuicio para producir parálisis en un aspecto vital del desarrollo.
Entre el inicio de las obras de la Circunvalación, en 1977, y la actualidad, el parque vehicular del país se multiplicó por diez, delatando, también, la falta de desarrollo de los sistemas de transporte público. El tramo de La Uruca fue pensado para el tránsito de 25.200 vehículos, pero hoy debe atender el doble.
Con todo, la conclusión de la carretera es una noticia para celebrar, así como la construcción del paso a desnivel. Concluidas esas obras, faltarán al menos otros tres pasos elevados, el rediseño de vías de acceso existentes, como la del Monumento al Agua, y la construcción de otras, totalmente nuevas.
En el inventario de obras faltantes coinciden todos los expertos en la materia, incluyendo la calificada opinión de Junior Araya, director de Ingeniería de Tránsito en el Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT). Esa coincidencia tampoco es novedad. Hay un retraso de 20 años, dice Luis Guillermo Loría, del Laboratorio de Materiales y Modelos Estructurales de la Universidad de Costa Rica. En su criterio, el rezago impide esperar otros cinco años para hacer los pasos a desnivel.
Tanta coincidencia y sentido de la urgencia, desde hace tantos años, hace aún más difícil comprender la subejecución del presupuesto asignado al desarrollo de infraestructura. La escasez de los recursos puede ser entendida como reflejo de la situación fiscal del país, pero no la falta de aplicación de los recursos presupuestados para la solución de problemas tan apremiantes.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Costa Rica fue el país latinoamericano que menos recursos destinó, como porcentaje del PIB, al desarrollo de infraestructura. No debería, pues, haber espacio para un manejo ineficiente del gasto.
En la Circunvalación, como lo apuntó nuestra información de ayer, la Policía de Tránsito se ve obligada a ubicar oficiales en las rotondas para agilizar el paso durante las horas pico. No puede haber mejor prueba de la obsolescencia del sistema de vías diseñado hace 40 años para distribuir mejor el tránsito de vehículos en la capital.
Las rotondas son incapaces de cumplir su función por sí mismas y exigen la ayuda, a pie, de oficiales cuya atención debería estar fija en otras necesidades. Es uno de los costos menos obvios de la obsolescencia de la vía y quizá uno de los menos significativos, pero demuestra, más allá de toda duda, la urgencia de rectificar el camino, literalmente.