La Ultra Morada apabulló. Toda su masa aplacó a la escasa Turba Manuda, cuyos gritos se ahogaron en una de las graderías de sol del estadio Ricardo Saprissa, el domingo pasado.
Fue un choque de barras demoledor, en el que los liguistas no pudieron contra la fuerza verbal de sus contrincantes. Los tenían justo en la gradería de enfrente, guiados por unos promotores chilenos que les hacían disfrutar del futbol gritando insultos.
Este grupo de porristas importados y sus acciones dejan por el suelo la bandera chilena, la que poco antes del partido entre el Saprissa y la Liga pasearon, manos en alto, por las cuatro esquinas de la cancha.
Cada una de sus consignas acometía contra la madre del jugador contrario. ?Para qué traer promotores desde tan largo para denigrar a la mujer costarricense?
Hay que reconocerles que con la pólvora, los himnos y los instrumentos musicales animaron la confrontación deportiva. Pero como guías de una muchedumbre, que sigue paso a paso sus órdenes, están obligados a ser creativos en sus aclamaciones y no limitarlas al insulto.
También son los responsables de contener cualquier acto agresivo de la multitud contra los protagonistas del partido. No se justifica que permitan lanzar botellas, envases de cartón, semillas y frutas al deportista lesionado que se revuelca de dolor en el césped.
Este descontrol, favorecido por la poca vigilancia policial, hizo que la gramilla del Saprissa -donde también estaban guardias civiles y hasta 20 inspectores de tránsito uniformados- se convirtiera en zona de impacto de insultos y las muchísimas "municiones" lanzadas por el público.
Superado el "cursito" chileno, no sería extraño que algún equipo local recurra, como innovación, a los servicios de los violentos hooligans.