Las pruebas atómicas de Corea del Norte, así como sus lanzamientos de cohetes de largo alcance, rebasaron la paciencia y la tolerancia de las principales potencias del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que el jueves decidieron imponer fuertes sanciones al régimen norcoreano.
Los desafíos de Pionyang a las prohibiciones adoptadas por el Consejo concernientes al desarrollo y utilización de armamentos nucleares, así como de misiles para transportarlos, llenan una lista interminable.
Sin embargo, medidas del calibre de las adoptadas esta semana no habían podido materializarse debido a la ambivalencia china y, a veces, también rusa. Ambas son, en distintos grados, potencias madrinas del régimen de Pionyang.
Pero las provocaciones norcoreanas alcanzaron el grado necesario para crear la colaboración diplomática de Pekín con Washington, y así se abrió paso para el éxito de las medidas punitivas. Estados Unidos, en colaboración con Corea del Sur, también tiene previsto desplegar baterías de ultramodernos sistemas para interceptar y destruir misiles ofensivos. En la era contemporánea de la tecnología bélica, hay proyectiles para satisfacer todos los gustos, siempre al costo de incrementar las tensiones o responder a su intensificación.
El documento aprobado por unanimidad en el Consejo de Seguridad de la ONU exige la inspección de la carga a bordo de navíos destinados a Corea del Norte y, asimismo, de la carga recogida en ese país. Los cargamentos no deben contener armamentos de ninguna categoría, ni tampoco transportar individuos ya identificados como responsables del comercio de armas vedado por el acuerdo.
El comercio prohibido también incluye artículos suntuarios, muy codiciados por la clase gobernante mientras su pueblo vive enfrentado grandes necesidades. Otro dato curioso es que no se permitirá viajar, bajo la guisa del deporte, como ya ha ocurrido, a personal norcoreano que podría posteriormente ser reenviado a otras naciones. Todo esto, sin embargo, es apenas un índice general que en los próximos días y bajo la supervisión de oficiales de la ONU deberá ser especificado.
Desde luego, el foco central del embargo es frenar la expansión de los programas de armas nucleares y de misiles y obligar a Corea del Norte a abocarse a reanudar las negociaciones para un acuerdo a largo plazo con el objetivo de desnuclearizar totalmente el país. El tratado conllevaría un sistema de inspección internacional sin precedentes, clave para obtener las metas deseadas.
El mundo no puede olvidar las habilidades de los norcoreanos para ocultar la posesión de materiales vedados por tratados específicos. En el pasado, han sido maestros en convenir una serie de metas para desnuclearizar el país y, acto seguido, reanudar las actividades prohibidas.
A pesar de una nutrida reglamentación dirigida a conseguir las metas de limitación de armamentos, en el 2006 se descubrió que Corea del Norte había avanzado de manera silenciosa en el desarrollo nuclear y la producción de modernos cazas. El costo de estas aventuras ascendió a $4.000 millones que, sin duda, salieron de los fondos recibidos por concepto de asistencia para premiar la fidelidad a los convenios burlados.
El mundo debe unirse en el deseo de éxito de las nuevas negociaciones internacionales para obtener la tranquilidad de la región. Resulta también evidente la abundante paciencia que debe mediar para concretar posibles acuerdos de paz en una zona siempre fértil para las tensiones políticas y militares.