El panorama económico internacional proyectado por los analistas para el 2012, incluyendo técnicos del Fondo Monetario Internacional (FMI), no es muy halagueño. Hay debilidades manifiestas, riesgos considerables y grandes retos que deberán enfrentar las autoridades en los distintos países. Hoy brindamos a los lectores un breve recuento, sin perjuicio de volver sobre el tema próximamente, dadas la fragilidad de las variables y la indefinición de las políticas económicas, particularmente en la eurozona, EE.UU., Asia y algunos de los países latinoamericanos más grandes.
El 2011 se caracterizó por revertir parcialmente los avances en la recuperación iniciada en el 2010, cuando la producción mundial sobrepasó el 5% real. Se proyecta un crecimiento menor, alrededor de un 4%, impulsado por los países emergentes (Asia) y en desarrollo (Brasil y otros) que, juntos, podrían alcanzar un 6,4%. Pero las economías desarrolladas apenas se ubicarán en el 1% real, dadas las vicisitudes experimentadas ese año, incluyendo la incertidumbre generada en los mercados europeos ante la crisis financiera que afectó a Gobiernos, bancos privados y, desde luego, a consumidores y trabajadores, así como el impasse al definir las políticas económicas.
La economía mundial, en su conjunto, no entrará en recesión en el 2012, según proyectó originalmente el FMI. El crecimiento global se ubicará nuevamente alrededor del 4% real, con predominio de los países emergentes y en desarrollo (6%) frente a los países desarrollados (1,9%). Pero diversas instituciones internacionales se han dado a la tarea de revisar esas cifras a la baja, habida cuenta de los acontecimientos más recientes y los retos por resolver. Es muy probable que la eurozona entre, de nuevo, en una recesión o, por lo menos, en estancamiento; que en EE. UU. se modere la tasa de expansión por influencia de la recesión europea, aunque recientemente se ha registrado alguna mejoría, y que, por las dos razones anteriores, la vigorosa expansión de los países emergentes y en desarrollo se atempere.
Esas perspectivas, sin embargo, podrían deteriorarse aún más de materializarse los riesgos que gravitan en diversas regiones. Europa es la zona económica con mayor vulnerabilidad en estos momentos. La debilidad de la economía (PIB), de los Gobiernos y bancos privados, se retroalimenta mutuamente. Como las economías crecen poco, o nada, los ingresos fiscales merman y, con ellos, se incrementan los déficits fiscales. Eso exige nuevos ajustes, los cuales, por desdicha, retardan el crecimiento económico y la propia recaudación. El riesgo es mayor y, por tanto, los bancos privados, tenedores del mayor porcentaje de bonos gubernamentales emitidos, tienden a deshacerse de ellos o, por lo menos, exigir mayores tasas de interés en las subastas (las próximas ocurrirán a principios de enero, 2012), lo que, a su vez, afecta la solvencia de los Gobiernos e incrementa de nuevo el déficit fiscal, en un círculo vicioso. Si, además, los reguladores les exigen valorar los títulos a precios de mercado, su apetito por más deuda soberana disminuye con razón.
El acuerdo logrado, en principio, en noviembre del 2011 para corregir los problemas fiscales, proveer de mayor financiamiento del Banco Central Europeo y el FMI a los Gobiernos y, así, lograr salvar el euro, no ha producido los resultados esperados. El mercado sigue exigiendo altas tasas de interés y alberga muchas dudas de la eventual implementación de los planes. El costo económico y social por insistir en preservar la moneda común podría pasar una factura política muy alta y poner nueva presión sobre los mercados. A estas alturas, la incertidumbre permanece, lo que nos obliga a estar alerta sobre lo que ocurra en la primera parte del 2012.
En los EE. UU. hay, también, gran incertidumbre política por las divergencias tan marcadas entre los principales partidos sobre la política fiscal y la creciente deuda pública. Los analistas recomiendan efectuar una combinación de recortes de gastos con mayores ingresos tributarios para ubicar el déficit en un sendero de sostenibilidad a mediano y largo plazo, y que la deuda acumulada no implique una carlanca para el crecimiento, como ahora. Pero tienen también grandes retos por enfrentar: reactivar el mercado inmobiliario, preservar los avances en la productividad alcanzados por la innovación tecnológica y, más recientemente, por los dolorosos recortes en personal, estimular la producción sin generar inflación y lograr disminuir el desempleo a los niveles existentes antes de la crisis.
El principal reto de Japón es disminuir su deuda pública y mantener la incipiente expansión lograda en los últimos meses. Para los países emergentes y en desarrollo, en cambio, enfrentar los retos fiscales y financieros no es tan apremiante, pero eso no significa que estén exentos de problemas. Muchos enfrentan entradas de capital que restan competitividad a sus exportaciones (los técnicos recomiendan flexibilizar los regímenes cambiarios para enfrentarlas sin comprometer la inflación), el crecimiento en países grandes, como Brasil, ha caído peligrosamente y, para otros, sobre todo los asiáticos (China e India), el reto es mantener altas tasas de crecimiento de la producción sin recalentar sus economías (inflación) ni deteriorar sus finanzas públicas. Igualmente, deben mejorar sus índices sociales (pobreza y distribución) para evitar la insurrección experimentada en otros lugares.
También recae sobre ellos, junto a otros países árabes superavitarios, la obligación con la comunidad internacional de revaluar sus monedas, evitar el proteccionismo, abrir sus fronteras a la importación e inversión extranjera, y descansar más en sus amplios mercados internos para contribuir al balance externo mundial y el crecimiento de los demás países, sobre todo los deficitarios. Esa recomendación ha sido puesta en el tapete por varias instituciones internacionales como el FMI, Banco Mundial, la OECD y el Grupo de los 20 que alberga las principales naciones desarrolladas y en desarrollo. Nosotros hacemos votos para que en el mundo se cumplan a cabalidad las medidas necesarias en el 2012 y sobre nosotros recaiga el espíritu de todas esas reformas.