Todavía hay resabios del debate sobre el Tratado de Libre Comercio con Centroamérica, Estados Unidos y República Dominica (TLC). El tiempo se ha encargado de establecer verdades y ahora la discusión se centra en la magnitud de los beneficios, el cumplimiento de las expectativas y el aprovechamiento de las ventajas de la apertura comercial.
En casi todos los casos, la discusión parte de una comparación entre el TLC y la Iniciativa para la Cuenca del Caribe (CBI, por sus siglas en inglés), el antiguo sistema de preferencias a cuyo amparo los productos centroamericanos ingresaban con ventaja al mercado de los Estados Unidos, principal cliente de Costa Rica.
La comparación dejó de tener sentido hace mucho. La CBI ya no existe, no solo porque el TLC la sustituyó, sino porque la Organización Mundial del Comercio, cuyas decisiones son de acatamiento obligatorio, dictaminó la ilicitud de ese tipo de sistemas por la discriminación comercial contra otros países igualmente subdesarrollados. El fallo nunca se aplicó a la CBI porque antes fue sustituida por el TLC.
Países pobres, pero grandes, como la India y Brasil, reclamaron contra las preferencias concedidas por la Unión Europea a las exportaciones de naciones pequeñas, incluida la nuestra, que competían con ventajas discriminatorias. El panel constituido para examinar la queja produjo resultados favorables para los quejosos, cuyos argumentos eran aplicables a todos los grandes sistemas de preferencias vigentes en ese momento.
La CBI se habría desplomado sin importar nuestros reclamos o la voluntad de Estados Unidos de mantenerla. La permanencia de esa voluntad en el tiempo, para favorecer exclusivamente a Costa Rica, es también dudosa, pero a partir del éxito de la queja de la India y Brasil no vale la pena especular sobre ella. Fuera por falta de voluntad de los Estados Unidos de extender la Iniciativa para la Cuenca del Caribe o por efecto del panel, Costa Rica se habría quedado sin acceso preferente.
Las dos hipótesis están probadas por la práctica. A diferencia de Colombia y Perú, Ecuador perdió su acceso preferencial a Estados Unidos cuando dejó pasar la oportunidad de incorporarse al tratado de libre comercio entre ese país y el pacto andino. Las preferencias anteriores perdieron vigencia porque el país que las otorgaba decidió eliminarlas.
Pero Estados Unidos, como señalamos, no habría podido mantenerlas mucho más allá del panel iniciado por la India. En este caso, el antecedente es el sistema de preferencias de la Unión Europea que motivó el reclamo. Un importante grupo de países en desarrollo, incluido el nuestro, perdieron las ventajas cuando los europeos se vieron obligados a derogar el sistema y lo sustituyeron por uno mucho menos favorable, el 27 de junio del 2005.
Pese a la desmejora de ese nuevo sistema de preferencias, es posible que tampoco resistiera un cuestionamiento porque, en principio, los argumentos en su contra habrían sido los mismos. Nunca lo sabremos porque el Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y Centroamérica sustituyó las preferencias concedidas unilateralmente.
Las ventajas del CBI pudieron subsistir en el caso de empobrecidas islas del Caribe porque no son países de ingresos medios, como el nuestro. Según el fallo de alzada dictado para poner fin al proceso iniciado por la India, un país no puede recibir preferencias negadas a otro con iguales o mayores necesidades financieras, comerciales y de desarrollo. Un país como el nuestro, por fortuna ausente de la lista de los menos desarrollados, no puede obtener preferencias que no sean otorgadas, también, a naciones más necesitadas.
Si Costa Rica hubiera pasado por alto la oportunidad de suscribir el TLC, por una u otra vía habría perdido las preferencias de acceso al mercado estadounidense. En ese caso, el único remedio habría sido tocar la puerta, a solas, con menos capacidad de negociación para intentar un ingreso tardío.
Para finalizar, conviene meditar sobre la consistencia jurídica del tratado de libre comercio frente a las concesiones unilaterales en un momento como el actual, cuando los vientos del proteccionismo soplan con fuerza en los Estados Unidos y la Casa Blanca insiste en renegociar incluso los acuerdos comerciales vigentes.