México es una nación con importante liderazgo en Latinoamérica. Su historia, cultura y economía, ahora en alas del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, por las siglas en inglés) potencian al país en sus relaciones hemisféricas, pero la nueva administración estadounidense plantea retos inesperados que, desafortunadamente, sorprenden a los mexicanos bajo la debilitada conducción del presidente Enrique Peña Nieto.
En Estados Unidos, las encuestas de opinión, termómetro de la solidez del gobierno, desvelan al presidente Donald Trump, que está en los albores de su mandato, pero Peña Nieto ya lleva trecho recorrido desde su arribo a la presidencia en el 2012 y sus números son mucho peores.
No era eso lo esperado cuando asumió su mandato de seis años, con gran apoyo y dinamismo, pero el descenso del mandatario siguió la ruta de tantos otros gobernantes continentales. Apenas llegado al poder, encaró duras críticas por negocios de su esposa, una reconocida actriz cuyas lujosas residencias no tienen un origen transparente. El escándalo fue especialmente dañino para un mandatario que ganó la presidencia con la consigna de sanear la política.
Peña Nieto llegó al poder con un respaldo del 54%, en gran parte por sus promesas de atacar la corrupción y la violencia. Hoy, a dos años de completar su mandato, las encuestas le arrojan un magro 17% de aprobación, según los estudios de la Consultoría Mitofsky para el diario El Economista, de México.
El daño causado por los escándalos iniciales era apenas un presagio de lo que vendría después de la tragedia de Ayotzinapa, el 26 de setiembre del 2014, que cobró las vidas de decenas de estudiantes de una Escuela Normal. El inexplicable silencio inicial de la Policía y la presidencia, sumado a la madeja de versiones y contradicciones, magnificaron la desconfianza y erosionaron la popularidad del mandatario.
La aprobación de Peña Nieto había repuntado momentáneamente a raíz de la captura de Joaquín El Chapo Guzmán, máximo líder de un poderoso cartel del narcotráfico, en febrero del 2014, pero en julio del 2015 la espectacular fuga del delincuente se sumó al caso de Ayotzinapa para llevar el apoyo del presidente al 36%. El nuevo arresto de Guzmán y su extradición a Estados Unidos en nada favorecieron al mandatario.
La tragedia de Ayotzinapa se mantuvo, persistente, en el ánimo de los mexicanos, así como los rumores de corrupción y conflictos de intereres de la pareja presidencial hasta que en agosto del año pasado el candidato Donald Trump sorprendió a Peña Nieto con una visita que sería nueva fuente de controversias. En cuanto regresó a Estados Unidos, Trump retomó la retórica contra los inmigrantes y a favor del muro fronterizo. Peña, que pocas horas antes se había presentado sonriente junto al candidato republicano en una conferencia de prensa, se vio obligado a aclarar, apresuradamente y con uso de las redes sociales, que rechazaba cualquier posibilidad de que México financiara el muro.
La victoria de Trump, su insistencia en obligar a México a pagar por un muro fronterizo y las amenazas de irrespetar el tratado comercial entre los dos países y Canadá encuentran al gobierno mexicano en extraordinarias condiciones de debilidad. La mera retórica de la nueva administración de Washington ha causado fuertes impactos en la economía presidida por Peña Nieto, visibles, especialmente, en el debilitamiento del peso.
Para resistir tan formidables presiones, el país necesita unidad, pero las heridas que el gobierno se ha hecho a sí mismo se interponen en el camino. Ojalá la necesidad de confrontar retos tan formidables permita a los mexicanos separar sus justificados motivos de queja del interés nacional superior para superar el momento sin daño.