En Costa Rica, persiste un déficit de técnicos medios y superiores, a pesar de la demanda que tienen en las empresas, y la mitad de los empleadores se queja de que no pueden satisfacer los puestos vacantes con personal idóneo. Esta desarticulación, entre el perfil de los trabajadores y las necesidades del mercado, incide dramáticamente en la tasa de desempleo, que alcanzó un 9,7% el año pasado, y en la desocupación juvenil, que es la más alta de Centroamérica y el Caribe.
Desde la fundación del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), hace medio siglo, la educación técnica ha sido una herramienta básica de movilidad social. Sin embargo, este sistema de formación se ha visto rebasado por un entorno cada vez más exigente y sofisticado, que requiere personal bilingüe que combine alta capacitación con el manejo de tecnologías innovadoras y habilidades blandas como liderazgo, inteligencia crítica y comunicación.
Un reportaje publicado por La Nación mostró que la oferta laboral es poco calificada y que el sector productivo sufre las consecuencias de que la formación académica y técnica esté desligada de los requerimientos industriales. También, reclama la poca disponibilidad de recurso humano en áreas claves como ingenierías, contabilidad, tecnologías de la información, programación y trabajo en redes.
“Costa Rica venía rezagada en la formación de personal técnico. El paradigma viene cambiando y hay técnicos que salen muy bien preparados. Es necesario que se fortalezca la educación técnica para llenar esa brecha actual sobre lo que piden los empleadores”, según Gabriela Chaverri, gerenta país de Manpower. Esta firma realizó el año pasado el estudio Escasez de talento, en el que señala las limitaciones del modelo costarricense, como el bajo dominio del inglés y la deserción colegial.
Ya en el 2013, el XIX Informe Estado de la Nación había señalado como un mito que Costa Rica fuera una sociedad “altamente educada y calificada”, cuando más del 60% de la población ocupada o que busca empleo carece del diploma de secundaria y “solo una minoría de la fuerza de trabajo tiene un perfil de competencias que la capacita para participar con ventaja en los sectores más dinámicos y modernos de la economía”.
Aunque 27 colegios académicos optaron por la modalidad técnico-profesional, en los últimos tres años, el cambio es lento y sembrado de escollos burocráticos, jurídicos y presupuestarios. El país debe dejarse de remilgos y optar decididamente por una educación técnica de calidad, bajo estándares internacionales, y fortalecer el INA y la Universidad Técnica Nacional (UTC) para que ofrezcan carreras cortas y diplomados que aseguren la inserción laboral de los jóvenes.
Esta alternativa, que busca impedir una “generación perdida” entre los jóvenes costarricenses que demandarán empleo a finales de la década, no debe verse como una forma de obtener mano de obra barata ni como un ataque a las ciencias sociales y carreras de educación, que gradúan a la mayor parte de estudiantes. Las universidades públicas ya anunciaron que están dispuestas a revisar y renovar sus programas para hacerlos más competitivos en términos laborales.
La Asamblea Legislativa estudia desde el 2013 un proyecto para otorgarle marco jurídico a la formación dual, un modelo educativo que ha sido exitoso en Alemania y Latinoamérica para reducir el desempleo juvenil, y que combina el aprendizaje académico, en las aulas, con la experiencia en los centros de trabajo.
Esta modalidad debe pensarse como una verdadera “alianza estratégica entre los centros de formación y las empresas” para que cumpla sus objetivos, como parte de una política nacional de empleo. Por lo tanto, debe otorgársele un papel dinámico al sector productivo, tanto en la formulación de los planes académicos como en el perfil de los futuros técnicos y profesionales.
Según los expertos, la formación dual permite a los jóvenes resolver el obstáculo de la experiencia previa, que es el principal inconveniente al acceder al mercado de trabajo por primera vez. Al mismo tiempo, es una excelente alternativa porque posibilita reinsertar en el sistema educativo a trabajadores adultos, que ya laboran, pero que carecen de empleos de calidad debido a su escasa o nula formación.
Una buena educación es la mejor política de empleo, según prueban numerosos estudios. El aparato productivo nacional y la formación académica y técnica deben ir de la mano si queremos ser competitivos y ofrecerle nuevas oportunidades al mayor número de costarricenses.