¿Qué lectura deberíamos hacer de los eventos económicos ocurridos recientemente en Costa Rica? ¿Qué impactos podrían tener en las exportaciones, tipo de cambio, crecimiento del PIB y empleo? Lo fundamental es hacer una evaluación objetiva de los hechos para no sobredimensionarlos ni, mucho menos, buscar vínculos inexistentes. Pero tampoco podemos ignorar ciertas razones de carácter general que habrían contribuido a los retiros y podrían sugerir la necesidad de aplicar cambios internos para mejorar.
Como mencionamos en un editorial anterior, el cierre parcial de las operaciones de Intel en Costa Rica, al igual que la partida de otras empresas como Bank of America, responden a factores propios del desenvolvimiento de esas compañías en la economía internacional. Pero también debemos reconocer que producirán cambios adversos en las exportaciones, crecimiento del PIB, y empleo directo e indirecto. Las cotizaciones de la deuda costarricense en el mercado internacional también han sufrido, al igual que las cuotas que percibiría la Caja Costarricense de Seguro Social por el menor empleo.
Solo las exportaciones de Intel representan alrededor de un 21% del total, y tienen un valor agregado de mucha significación en la conformación del producto interno bruto. Todavía no sabemos exactamente cuál será el impacto definitivo a corto y medio plazo en el crecimiento de la producción –aspecto que deberá valorar más puntualmente el Banco Central–, pero analistas del CitiGroup, por ejemplo, rebajaron las expectativas de crecimiento en el 2014 de 3,5% real a 3,1%, y las del 2015 de 4% real a 2,2%.
Para contrarrestar esa merma, al menos parcialmente, hay otras informaciones que destacan el mayor dinamismo de la economía interna. Según el índice mensual de actividad económica (IMAE), la economía fuera de zonas francas tiene nueve meses continuos de recuperación, a una tasa real de 3,6%, y su crecimiento supera la actividad total (3,4%). Hay sectores muy dinámicos, como banca y finanzas, cuya tasa de expansión supera el 9% real; transporte, almacenamiento y comunicaciones (8,5%); servicios empresariales (6,4%); hotelería (5%); y la construcción, con un 4%, que es una actividad generadora de empleo. Por otra parte, los precios del café han mejorado un 20%, y, aunque ese rubro representa un monto modesto del total de exportaciones, significará un respiro para los productores nacionales, muchos de ellos pequeños.
En relación con la pérdida de empleo directo, estimado en alrededor de 3.000 personas, y el indirecto, que duplicaría esa cifra a corto plazo, también hay reportes positivos de otras empresas, como Convergeys, que anunció recientemente la apertura de 700 nuevos empleos, en adición a los 1.500 que ya tiene laborando en Costa Rica. Además, según analistas de empresas especializadas en contratación, como Deloitte y Manpower, el personal que dejarán Intel y Bank of América es altamente especializado en los campos de tecnología avanzada de la información, contabilidad, finanzas y procesos corporativos, por lo que las posibilidades de encontrar empleo en empresas similares se les facilita mucho, y es de esperar que engrosen de nuevo la fuerza laboral a corto plazo, pues han desarrollado características muy bien valoradas en el mercado, como aprendizaje de otros idiomas y capacitación especializada en áreas técnicas.
Uno de los temas que también debe valorarse con mucha atención es el impacto potencial de las menores exportaciones de Intel sobre el tipo de cambio. Intel exporta un volumen cuantioso de bienes finales, pero también importa insumos cuantiosos, por lo que el efecto neto se reduce considerablemente. Además, está el tema de los precios de transferencia entre compañías relacionadas, que también influye en el monto neto de las divisas que quedaban en el país. De nuevo, corresponderá al Banco Central evaluar el impacto en el flujo de divisas, y adoptar las precauciones del caso.
Dicho lo anterior, es importante recalcar que, a pesar de que las causas puntuales para el traslado de empresas importantes no necesariamente son repetibles ni se asocian con el cambio de gobierno, el país no las tiene todas consigo en materia económica ni, mucho menos, en cuanto a las respectivas políticas. No tenemos una buena posición en el ranquin mundial de competitividad, somos un país muy caro en términos de producción comparativa (aunque la reciente depreciación de la moneda ha restituido un poco esa competitividad), producir es engorroso por la excesiva tramitación, estamos acumulando grandes déficits fiscales y de balanza de pagos –muy lejos de resolverse–, las remuneraciones de los empleados públicos son una buena parte del problema y no hay visos de que pueda arreglarse (más bien, los sindicatos lograron un acuerdo con los empresarios para respetar esos derechos dispendiosos), la deuda externa sigue creciendo, Moody´s bajó la perspectiva de la deuda soberana de “estable” a “negativa”, y los riesgos de un desenlace abrupto están en la mente de los inversionistas.
Si no se enfrentan esos y otros riesgos, difícilmente podrá el país mantener un buen clima para retener y aumentar la inversión extranjera, independientemente de las buenas intenciones de los futuros gobernantes.