El Banco de Reserva Federal de los Estados Unidos (FED, por sus siglas en inglés) definió más claramente cuál será su política monetaria en los próximos dos años. Mantendrá las bajas tasas de interés por dieciocho meses, con algunas particularidades. Desde nuestro punto de vista, esa posición es favorable para los países en desarrollo, particularmente para sus mercados cambiarios y financieros.
La FED se había embarcado en un ambicioso programa para sacar adelante la economía norteamericana tras la fuerte caída de la producción ocasionada por la crisis de los años 2007 y 2008. Con el objeto de estimular la demanda privada, que se había comprimido mucho durante la depresión, bajó las tasas de sus propios títulos en el mercado (a corto plazo) y decidió adquirir montos significativos de títulos de deuda gubernamental e hipotecas de bancos privados durante un período prolongado. La idea era expandir la liquidez para forzar una caída de las tasas de interés de largo plazo, estimular la demanda e inversión, y contribuir a reducir el desempleo.
Según algunos analistas, esa política monetaria no convencional rindió efectos positivos. La economía comenzó a crecer y el desempleo a bajar. Pero todos sabían, incluyendo la FED, que una política tan expansiva no se podría mantener indefinidamente sin provocar inflación y el desarrollo de burbujas similares a las que causaron la crisis. Por esa razón, en mayo del 2013 anunció el inicio del fin de la política expansiva, augurando el eventual retorno de las tasas de interés a niveles más acordes con los registrados en tiempos normales. Mayores tasas de interés estimularían el retorno de capitales que habían buscado más rendimientos en países en desarrollo, más riesgosos que los EE. UU. En consecuencia, los tipos de cambio se depreciaron en muchos países, incluyendo los latinoamericanos.
Posteriormente, la FED se encargó de aclarar que la reducción de las compras de títulos gubernamentales e hipotecas bancarias se haría gradualmente. La política monetaria seguiría siendo acomodaticia, aunque la emisión de liquidez sería cada vez menor, hasta llevarla a cero, para luego comenzar a absorber montos excedentarios elevando las tasas de interés. Las monedas latinoamericanas, incluyendo los pesos mexicano y chileno, el real brasileño y otras, dejaron de depreciarse, y hace algunas semanas más bien se apreciaron un poco recuperando los niveles que habían perdido tras el anuncio de mayo pasado. En los últimos meses se ha observado mayor estabilidad cambiaria en la región.
Con el repunte esperado en la economía norteamericana para el segundo semestre de este año y el 2015, y la reducción del desempleo hasta un 6,2% de la fuerza laboral, se esperaba que la FED anunciara el inicio del aumento en sus tasas de interés y una nueva ronda de devaluaciones. Pero no fue así. Janet Yellen, cabeza de la institución, aclaró que la economía de su país todavía no se ha recuperado bien, que el repunte es muy dispar, y que los niveles de desempleo aún son elevados, comparados con las tasas históricas. Por esa razón, decidió posponer el incremento en el costo del dinero.
El anuncio de que las tasas de interés de corto plazo no subirán este año –seguirán cercanas a cero–, a pesar de que continuará el programa de reducción de compras de títulos, introduce mayor estabilidad en los mercados cambiarios de los países en desarrollo, pues provoca que la inversión en ellos siga siendo más atractiva. La FED anunció, en concreto, que las tasas de interés permanecerán en sus niveles actuales, entre 0 y 0,25%, el resto de este año, y subirían a solo un 1,25% a finales del 2015, y a un 2,5% a finales del 2016. Eso nos permitirá mantener diferenciales de interés y rentabilidad positivos, sin afectar los flujos de capital, al menos por ese período de tiempo. Por lo tanto, se reduce la presión en los tipos de cambio. Tomando en cuenta únicamente ese factor, los mercados cambiarios deberían sentirse más tranquilos.
Sin embargo, sabemos que no solo los factores externos influyen en los tipos de cambio. Los factores internos también lo hacen y pueden ser más influyentes, como en el caso de Venezuela y Argentina, con malos manejos macroeconómicos. La moraleja es que los factores externos pueden influir positivamente, como ahora, pero también pueden ser insuficientes para mantener la estabilidad.
Eso nos lleva a considerar brevemente la situación del mercado cambiario costarricense. El impacto del cambio de políticas de la FED de mayo del año pasado llegó tardíamente a nuestro país. En febrero y marzo de este año se produjo un ajuste importante en las cotizaciones, alrededor de un 10%, similar al que se había producido anteriormente en otras monedas latinoamericanas. Ese ajuste fue bienvenido para los sectores exportadores que habían sufrido los efectos de la apreciación anterior, y también para el propio Banco Central de Costa Rica (BCCR), pues contribuye a enfrentar el faltante de la balanza de pagos.
Después del ajuste necesario, sin embargo, el mercado cambiario parece haber entrado en un período de mayor estabilidad, con alguna intervención oficial. Si a eso se agrega la noticia de que la FED mantendrá bajas las tasas de interés durante todo este año y buena parte del 2015, la presión externa sobre el mercado cambiario disminuye y, también, la necesidad de mayor intervención del BCCR. Esa mayor estabilidad permitió reducir los márgenes de intermediación cambiaria a poco más de ¢10 entre la compra y venta de divisas en los bancos comerciales, en beneficio del país.
Dicho lo anterior, es importante precisar que ningún tipo de cambio real de equilibrio depende únicamente de factores externos ni de la intervención de los bancos centrales. Otros factores fundamentales influyen, incluyendo los desequilibrios macroeconómicos ocasionados por los déficits fiscales y las políticas monetarias expansivas. Si las autoridades desean mantener la estabilidad cambiaria, deben proceder a corregir los desequilibrios, empezando por lo fiscal. No conviene hacer recaer todo el peso del ajuste macroeconómico en las tasas de interés y las reservas monetarias internacionales. Por eso, en el caso de Costa Rica, hemos insistido tanto en ajustar las finanzas públicas. Además de reducir las tasas de interés, contribuiría mucho a estabilizar la moneda nacional.
Finalmente, debemos agregar que la decisión de la FED de prorrogar la vigencia de bajas tasas de interés ayudará a los países en desarrollo a obtener financiamiento externo en mejores términos y condiciones. Pero no deben atenerse ni abusar. Las tasas eventualmente se ajustarán. Y aquí, de nuevo, será preferible reducir los déficits fiscales que incrementar los saldos de la deuda exterior y aumentar el riesgo de una crisis externa.