El canciller René Castro emprendió una gira europea para exponer las razones de Costa Rica en relación con la invasión nicaraguense de isla Calero y la devastación ecológica cometida, hasta ahora, con impunidad. Es un esfuerzo de diplomacia directa, fuera del marco de los organismos internacionales donde se desarrolló la discusión en las últimas semanas.
Castro, según lo admitió el vicecanciller Carlos Roverssi, llevaba el propósito de cuestionar la ayuda europea al país agresor. La Unión Europea planea desembolsar $35 millones para ayudar a Nicaragua este año. En el 2009, España contribuyó con $146,7 millones y Alemania aportó otros $13 millones. La ayuda es necesaria para una de las naciones más pobres de América, pero no debe convertirse en estímulo y apuntalamiento de un régimen desestabilizador.
Europa ya ensayó el condicionamiento de su apoyo al buen comportamiento del Gobierno de Daniel Ortega cuando constató el fraude electoral en las pasadas elecciones municipales nicaraguenses. La medida tiene, cuando menos, la misma justificación ahora que la arbitrariedad del comandante se proyecta allende sus fronteras.
En los Estados Unidos, la Corporación Retos del Milenio, una agencia de cooperación creada por el Congreso en el 2004 para luchar contra la pobreza mundial, anunció el desembolso de una parte de los $113,5 millones destinados a Nicaragua. Richard Lugar, senador republicano de Indiana, ya solicitó al director ejecutivo de la Corporación, Daniel W. Yohannes, excluir a Nicaragua del proyecto en virtud de la agresión sufrida por Costa Rica.
Como en el caso europeo, la ayuda presupuestada por los Estados Unidos disminuyó de $175 millones a $113,5 millones después del fraude electoral y no parece inalcanzable el objetivo de conseguir nuevos condicionamientos y penalizaciones a raíz de la invasión contra un país tradicionalmente amigo de la potencia del norte.
La intervención de Lugar fue espontánea y no producto de nuestra diplomacia, aunque el Canciller la atribuyó a iniciativas de información emprendidas en el Congreso de los Estados Unidos. Esa circunstancia apunta a la existencia de un terreno fértil para plantear nuestras quejas y obtener presiones directas de países amigos sobre el Gobierno nicaraguense.
La oportunidad no debe ser desaprovechada, y, en ese sentido, la gira europea del Canciller fue un acierto. Con el mismo entusiasmo debe la Cancillería acometer gestiones en los Estados Unidos, donde el cambiante panorama político ofrece oportunidades adicionales.
En la diplomacia, mucho se puede hacer por medio de los contactos personales. No son desdeñables los esfuerzos desplegados hasta ahora en los organismos internacionales. Por el contrario, son indispensables y se han ejecutado con éxito. Sin embargo, el contacto directo con líderes relevantes de naciones aliadas puede producir resultados más inmediatos y convincentes.
Las dos vías son, por demás, complementarias. Cuando menos, el Canciller dejará plantada la semilla de una reacción europea más decidida cuando la Corte Internacional de La Haya se pronuncie sobre las medidas cautelares solicitadas por Costa Rica. Si el fallo, como se espera, resulta favorable, no es posible descartar el desacato de Ortega. Semejante actitud pondría en tela de juicio la eficacia de todo el sistema de las Naciones Unidas y abonaría el terreno para una ofensiva diplomática en ese foro, pero la reacción directa de los países cooperantes puede ser decisiva.
La tarea no debe descansar solamente en hombros del Canciller ni tampoco limitarse a los responsables del Ejecutivo en países amigos. Como lo demuestra el caso de Lugar, hay gestiones por realizar en los parlamentos y también en la prensa. El país cuenta con recursos humanos, exfuncionarios e intelectuales con contactos en el extranjero, capaces de aumentar el alcance de esta modalidad diplomática, siempre en coordinación con el Ministerio de Relaciones Exteriores. Desaprovechar esos recursos resulta impensable en las actuales circunstancias.