El Banco Central de Costa Rica (BCCR) enfrenta un gran reto en la ejecución de su política económica a corto plazo: evitar que la inflación se salga de las metas establecidas en el Programa Macroeconómico aprobado para el periodo 2014-2015. Factores externos e internos atentan contra esas metas, establecidas originalmente en un 4%, con un rango de variación entre 3% y 5%. ¿Podrá lograrlas?
El factor más evidente contra la consecución de las metas es la evolución reciente del mercado cambiario. En lo que va del año, el tipo de cambio ha variado alrededor de un 11%, alcanzando cotizaciones para la venta de monedas en las ventanillas de los bancos comerciales superiores a ¢560 por dólar. Eso afectará, sin lugar a dudas, el precio de los bienes importados (bienes transables, en la jerga monetaria), pero indirectamente también afectará los bienes y servicios producidos localmente, pues ciertos productos importados, como los combustibles, afectan el transporte y se incorporan, por la vía de mayores costos, a casi todos los demás bienes incluidos en los muestreos realizados mensualmente por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
Otros factores externos influyentes en el índice de precios al consumidor (IPC) son los aumentos de ciertas materias primas básicas producidas en el exterior, como el trigo, maíz, sorgo y soya, que crecieron entre 10% y 14% en meses recientes, y son muy influyentes en la fabricación de alimentos para animales (aves, cerdo, carne de res) y otros bienes de consumo esenciales, como el pan y los cereales. Si a ese incremento se suma el del tipo de cambio, es fácil concluir que se afectará el valor de la canasta básica, con todos sus efectos para los costarricenses de menores ingresos.
Además, la política monetaria del Banco de Reserva Federal de los EE. UU. (FED, por sus siglas en inglés) se enrumba a buscar una mayor inflación, del 2% anual (actualmente es de 0,8%), como parte del proceso para estimular el gasto de los consumidores. Esa mayor inflación repercutirá en los precios de los bienes importados y, de alguna manera, se reflejará en nuestro índice de precios al consumidor en meses subsiguientes.
Hay también factores internos conducentes a una mayor inflación. El incremento en el gasto público, tanto del Gobierno central como del sector descentralizado, provocará un crecimiento de la demanda agregada (mayor consumo) e influirá en los precios finales, al igual que los ajustes en las valoraciones de ciertos servicios públicos pospuestos en el segundo semestre del 2013, pero que, muy probablemente, se reanudarán en el segundo semestre del 2014. Todos esos factores también incidirán en las variaciones futuras del IPC.
Según datos del INEC, el IPC aumentó en febrero un 0,66%. En enero había aumentado aún más (0,76%), lo cual pareciera ser el inicio de una nueva tendencia, pues, acumulado, asciende a un 1,42%. Si esa variación porcentual se anualiza, la inflación se acercaría a un 9%, porcentaje muy distinto de lo previsto en el Programa Macroeconómico. Sabemos, desde luego, que no es enteramente válido proyectar la inflación con una muestra de solo dos meses, y que puede haber factores estacionales que solo se dan una vez, al inicio de año, como el incremento de la escolaridad y útiles escolares. Pero notamos, también, que otros bienes han subido de precio, incluyendo los combustibles, vehículos, comidas y bebidas fuera del hogar, y eso debe ser motivo de preocupación.
La pregunta, entonces, es qué hará el BCCR para enrumbar el alza que se perfila en casi todos los precios, con el fin de llevarlos, de nuevo, al redil de la estabilidad. En declaraciones dadas a La Nación el pasado 5 de marzo, su presidente ejecutivo, Rodrigo Bolaños, aseguró estar preparando medidas para evitar que la variación en los precios se salga de las metas establecidas. Dijo que podría considerar disminuciones en la cantidad de dinero o incrementos en las tasas de interés. En realidad, una disminución de la cantidad de dinero desemboca en mayores tasas de interés, pero eso nos parece adecuado en las circunstancias actuales. En esta coyuntura monetaria y cambiaria se deben considerar ciertos ajustes en las tasas de interés, que han quedado rezagadas, dadas las mayores expectativas de inflación y devaluación.
Ajustar la tasa de política monetaria del BCCR hacia arriba y, también, la tasa básica pasiva, que ha permanecido muy baja desde hace muchos meses (6,5%), ayudaría a lograr ambos objetivos: estimular el ahorro en moneda nacional y evitar alzas en los precios, así como también evitar que los inversionistas se orienten a ahorrar en dólares y los saquen del país. Pero es preciso ser muy cuidadosos para no usar los incrementos en las tasas de interés con el fin de evitar o posponer ajustes necesarios en el tipo de cambio, conforme a la tendencia. También es necesario verificar que la venta de divisas, superior a los $200 millones la semana pasada, se mantenga dentro de los límites de la programación macroeconómica. En ese sentido, se impone evaluar muy bien el resultado de las acciones en el mercado cambiario para evitar la incertidumbre –que aún no se ha podido disipar– y lograr que las expectativas se correspondan con los ajustes reales del tipo de cambio. Una tarea compleja, sin duda.