Los resultados de la última serie de elecciones primarias celebradas el martes en siete estados norteamericanos y en Washington DC, además de sacudir a las cúpulas del Partido Republicano, vislumbran derrotas graves para el Partido Demócrata en los comicios nacionales de noviembre próximo.
En noviembre, las denominadas elecciones de medio período definirán la suerte de numerosos funcionarios, tanto nacionales como estatales. Sin embargo, la atención se centra en la mayoría que el Partido Demócrata posee en ambas cámaras legislativas: el Senado y la Cámara de Representantes. Esta preeminencia se consolidó hace dos años, gracias a la sólida victoria del candidato demócrata para la presidencia, Barack Obama.
El entusiasmo generado entonces por el triunfo del carismático postulante demócrata se ha disipado bajo el peso de la crisis económica en Estados Unidos y el mundo, así como el limitado éxito de los remedios postulados. Ahora, junto con el desplome del mandatario en los sondeos, los horizontes demócratas se han achicado hasta perfilar un posible vuelco en el balance legislativo.
La aprobación de la Ley de Salud Pública, conjugada con billones de dólares en suculentos proyectos de salvamento de bancos y grandes compañías, fue posible por la mayoría parlamentaria con que ha contado el Presidente. En el cálculo de la Casa Blanca, la negativa de los legisladores republicanos a apoyar las iniciativas de Obama se traduciría en un rechazo generalizado de los votantes. No obstante, el desenlace ha sido hasta ahora muy distinto.
Para importantes sectores cívicos, la elevación del gasto público y, de la mano, el déficit fiscal, amén de la expansiva injerencia del Estado en la esfera privada, amenazan transformar el país en algo muy diferente de lo que es, quizás incluso una democracia socializada de corte europeo. Sobre todo, el descenso de Obama y, en general, de los demócratas en las encuestas, se produjo conforme declinó el nivel de apoyo al Presidente entre votantes independientes, el más decisivo segmento político que históricamente ha definido los altibajos electorales estadounidenses. También contribuyó a este giro el alejamiento presidencial de la defensa de sus programas y actuaciones en la arena pública. El resultado ha sido la presencia reiterada en los medios de ciertos líderes de la mayoría legislativa, conocidos por su proclividad a las confrontaciones, a expensas de la popularidad de Obama.
Al mismo tiempo, tomó impulso una ola de protesta de tono conservador a la que se han sumado sectores insatisfechos y preocupados tanto por los derroteros de Obama como por la manera de hacer política en Washington. De esta manera, conservadores tradicionales, libertarios, empresarios, vertientes de la derecha cristiana, demócratas y parte del caudal independiente se han venido sumando a la protesta. Esta mescolanza difusa conforma el Tea Party, así llamado para rememorar la rebelión de los antiguos colonos contra la imposición de tributos decretados por la Corona inglesa en el siglo XVIII, insurgencia que aceleró la independencia norteamericana.
El Tea Party, cuyo número continúa indefinido, ha gravitado al ámbito republicano. Si bien aparenta carecer de un liderazgo formal, algunas figuras controversiales como la exgobernadora de Alaska, Sarah Palin, el conductor de programas de opinión en la radio y la televisión Glenn Beck, y el antiguo dirigente republicano del Congreso, Richard Armey, son hoy sus voceros rectores.
El dinamismo y motivación que ha mostrado el movimiento en las primarias y en competencias previas, se ha traducido en una racha de victorias para sus candidatos, aun algunos con gran rezago en los sondeos, como ocurrió el martes pasado, en Delaware, con la postulante senatorial Christine O’ Donnell, adversada por la jefatura republicana local que apoyaba a su contrincante.
La cadena de sorpresas en la jornada del martes amenaza escindir a los republicanos, aunque los altos cuadros partidistas se apresuraron a respaldar a los candidatos vencedores identificados con el Tea Party. Por otra parte, la aritmética de las primarias se circunscribe a los números internos de las agrupaciones, donde la opinión de una minoría bien organizada es susceptible de prevalecer. Muy diferente, sin embargo, es el universo más amplio de los comicios generales, en el cual los números limitados de las primarias tienden a diluirse. Además, la competencia y el mercadeo de ideas a veces generan obstáculos insalvables para los candidatos.
Sin duda, la tesis del conservadurismo fiscal ha sido, hasta ahora, el combustible de la oposición a los postulados y praxis legislativa de los demócratas. Existe, como algunos especialistas han señalado, furia acumulada en la ciudadanía por la forma y fondo de esta escalada del gasto público que servirá de marco para las elecciones de noviembre. Otra, muy distinta, podría ser la historia en los comicios generales en el 2012, en los que Obama posiblemente reclamará un segundo término en la Casa Blanca. Todo depende de las acciones futuras de los principales actores en el drama de la política.