A pesar de la considerable inversión y de las innovaciones que se han dado en la educación pública, al inicio de cada curso lectivo vuelven a repetirse las conocidas imágenes de escuelas unidocentes y centros educativos en zonas urbano-marginales o rurales sin las mínimas condiciones para impartir lecciones. A su lado, prosperan colegios que no tienen nada que envidiarle a los privados. ¿Por qué, después de varias décadas, subsisten estas diferencias?
El reciente Atlas de la Educación Costarricense (2013) muestra gráficamente que el sistema educativo nacional no es equitativo y reproduce las desigualdades geográficas y territoriales que se dan en el desarrollo económico y social del país. El documento arroja una serie de conclusiones fundamentales sobre la enseñanza pública, la más importante de las cuales es que no todos los estudiantes gozan de igualdad de oportunidades o de acceso a una formación de primer nivel, acorde con las expectativas del siglo XXI.
El informe fue elaborado en conjunto por el Programa Estado de la Nación y el Programa de Investigación en Desarrollo Urbano Sostenible (Produs), de la Universidad de Costa Rica (UCR), y exhibe que la educación pública está llena de inequidades que afectan tanto la calidad educativa como el uso racional de los recursos. Una de ellas es la excesiva concentración en la Gran Área Metropolitana (GAM) –con nueve de cada diez escuelas–, que discrimina a los alumnos del resto del país, seguida de una dispersión de centros unidocentes mal dotados.
Este patrón es el resultado de la espectacular extensión que se dio entre 1951 y 1970, que universalizó la enseñanza primaria, y puso a Costa Rica entre los primeros países del tercer mundo en cuanto a alfabetización y cobertura escolar. Sin embargo, el crecimiento no se dio de manera planificada, sino reactiva, “a la demanda”, lo cual explica los problemas de gestión en la actualidad y las dificultades para adaptarse al cambio.
“'Se terminó creando dos Costa Rica: la Costa Rica de las escuelas pequeñas, y con grandes necesidades, y la Costa Rica de las grandes escuelas, mejor equipadas”, como afirmó Isabel Román, coordinadora del informe. Estas contradicciones persisten en la organización del sistema educativo y limitan el ingreso a la enseñanza universitaria –que continúa siendo metropolitana– y al mercado laboral y, por lo tanto, restringe la posibilidad de superar las condiciones de pobreza de muchos costarricenses.
El Atlas es un instrumento para repensar el futuro de la educación costarricense de acuerdo con criterios de planificación territorial, ya que numerosas escuelas unidocentes o pequeñas se encuentran cerca de centros educativos bien establecidos y podrían beneficiarse de sus recursos. Si bien durante mucho tiempo el aula rural ha sido parte del paisaje nacional, y ha servido como estrategia exitosa, quizá este es el momento para replantearse el modelo en función de objetivos más focalizados y mejor administrados.
El estudio también explica el desnivel que se mantiene entre la educación primaria y la secundaria, que en Costa Rica se expandió tardíamente, apenas en los últimos 20 años, y cuyo rezago todavía es manifiesto.
El desafío más urgente que enfrenta la enseñanza pública es cómo administrar el cambio de una gestión extensiva, como la descrita, a una basada en la calidad. Por ahora, como aclara el informe, predomina la educación académica, aún cuando debe dársele mayor prioridad a la técnica, y la cobertura de los colegios bilingues, científicos y de bachillerato internacional sigue siendo escasa.
En el futuro, es necesario ampliar estas modalidades para hacer más atractivos e innovadores los centros educativos y democratizar las oportunidades de acceso al mercado laboral.