La visión de la economía costarricense destilada en el discurso presidencial del 1.º de mayo no se corresponde con la realidad, salvo algunas excepciones. Más bien, es una opinión distorsionada de lo realmente ocurrido, especialmente en el ámbito fiscal, matizado por su reticencia a reconocer errores y el reiterado esfuerzo por inculpar a terceros por las acciones y omisiones del primer año de gobierno.
La promesa fue un cambio radical, pero las grandes cifras macroeconómicas no lo reflejan. Este año, el producto interno bruto (PIB) mantendrá, quizás, la misma baja tasa de crecimiento real observada en el 2013 (3,4%), insuficiente para mejorar el desempleo y los salarios reales y contribuir a incrementar los ingresos tributarios del Gobierno central. El índice mensual de actividad económica que calcula el Banco Central (IMAE) registró, a febrero de este año, 10 meses consecutivos de reducción en la tasa de crecimiento (un 2,2% comparado con el 3,7% doce meses atrás), con bajas pronunciadas en varios sectores clave, incluidos algunos tan importantes para la generación de empleo como manufactura y exportaciones, que han perdido dinamismo.
El Instituto de Investigaciones de la UCR también espera una menor actividad económica en el segundo trimestre de este año, según reportamos la semana pasada. No es cierto, entonces, “que nuestra economía marcha a paso estable hacia la recuperación”, como afirmó el presidente en su discurso. Tampoco, que se haya generado confianza y se trabaje de consuno con el sector empresarial privado. La realidad es muy distinta. Las principales cámaras del país han criticado con vigor la ausencia de medidas necesarias para incrementar la productividad, incluido el alto costo de la electricidad y la falta de apertura a otras fuentes energéticas y más cogeneración privada, al igual que la necesidad de flexibilizar las rígidas normas laborales. El levantamiento del veto a la reforma procesal laboral interpuesto por la presidenta Chinchilla fue visto muy mal por los empresarios.
Otras variables importantes, relevantes para el segundo pilar del Gobierno, tampoco se han modificado significativamente. No se reportan mejorías en los niveles de desempleo abierto, que continúa oscilando alrededor del 10% de la fuerza laboral, ni del subempleo, que registra cifras aún mayores. La pobreza tampoco ha bajado del 20% de las familias costarricenses, a pesar de la retórica presidencial. Y la distribución de la riqueza sigue tan desigual como al inicio de la presente administración.
La mayor disparidad entre la realidad y la retórica, sin embargo, es en el campo fiscal, como mencionamos en nuestro editorial del sábado anterior. El presidente plantea un panorama de mejoría substancial “gracias a los resultados exitosos de contención del gasto y ejecución presupuestaria”, pero las cifras señalan lo contrario. Olvidó mencionar que en octubre presentó a la Asamblea Legislativa el presupuesto más abultado de los últimos años, con una tasa de expansión del 19%, omisión muy lamentable que revela ausencia de transparencia en cuanto al principal problema del país.
Las cifras registradas en el primer trimestre de este año muestran que el déficit del Gobierno central, en vez de mejorar, más bien ha aumentado. Aunque los ingresos crecieron en ¢117.000 millones, los gastos subieron mucho más: ¢152.000 millones (12% más con una inflación anualizada inferior al 3%), lo que causó un aumento del déficit de ¢35.000 millones, un 9% más. Este deterioro fiscal dista mucho del esfuerzo necesario para convencer a la oposición de aprobar la reforma tributaria. No mencionó en absoluto ninguna reforma para establecer reglas fiscales y contener el gasto futuro, ni ningún proyecto de ley para modificar los principales disparadores del gasto, ambos necesarios para ordenar las finanzas públicas. ¿Será que no desea que le impongan límites vinculantes a la expansión del gasto, la deuda pública y el déficit? Y, sin embargo, afirmó sentirse “atormentado” por un posible bloqueo a la reforma tributaria. Mientras no comprenda la nueva realidad de la composición del Directorio del Congreso, y no esté dispuesto a reducir el gasto y a aceptar límites futuros, enfrentará una dura oposición.
En otras áreas de la política económica se han cosechado resultados mixtos. El proteccionismo en ciertas áreas del sector agrícola, como la del arroz y las papas, y el redivivo papel del CNP que el presidente reivindica como triunfos, son más bien un retroceso hacia la ineficiencia productiva e inequidad frente a los costarricenses de más bajos recursos. En cambio, la apertura en la importación de cemento, que también reivindicó en su discurso, sí es uno de los logros pues favorece a un mayor número de personas.
El presidente parece querer avanzar en la adhesión a la OCDE, para lo cual deben satisfacerse muchos requisitos, especialmente de carácter fiscal. Pero llama la atención, por otra parte, la ausencia de referencia al proceso de adhesión a la Cuenca del Pacífico, una de las organizaciones internacionales más modernas y significativas para consolidar el sector externo de la economía costarricense para lograr mayores exportaciones e importaciones. Esa omisión revela que la profundización del proceso de apertura de la economía nacional también ha perdido dinamismo.
El área donde el progreso ha sido más tangible es la monetaria y cambiaria del Banco Central. Hizo bien el presidente en reconocerlo. Aunque en campaña él y su partido abogaban por un cambio en la dirección contraria, y pretendían estrechar las bandas cambiarias y observar una política monetaria más laxa, una vez en el poder avalaron las decisiones cambiarias de la junta directiva anterior y las profundizaron en la dirección correcta. Excluyeron las operaciones del sector público no financiero del Monex para dar más estabilidad a las transacciones diarias, y dieron paso a la flotación administrada como requisito previo para migrar eventualmente al esquema de inflation targets (metas explícitas de inflación) y consolidar la baja inflación. También se destacó en el mensaje presidencial los planes del Banco Central de continuar avanzando gradualmente en la reducción de la inflación hasta llevarla al nivel de nuestros socios comerciales. Esto es muy relevante pues implica reducir la apreciación del colón, que afecta nuestras exportaciones.
Hacia futuro, el presidente pidió a la Asamblea ponerse de acuerdo y actuar en el campo fiscal. Sin duda, es una buena proposición, la principal en todo su mensaje. Pero habrá de tener presente que el poder Ejecutivo tendrá también que hacer su tarea en materia de erogaciones y aceptar reglas fiscales a la expansión del gasto para poder persuadir a la oposición. Como dice un refrán anglosajón, en esta danza fiscal se requieren dos para bailar tango: It takes two to tango.