La Caja Costarricense de Seguro Social hace circular en las redes sociales una extraña respuesta a las informaciones preparadas por La Nación a propósito de cumplirse los 75 años de existencia de la institución. La curiosa respuesta invita a sus receptores a reenviarla para crear una cadena frente a nuestro supuesto ataque.
La “ofensiva” de La Nación consiste en informar sobre las filas en diversos servicios, los abusos que drenan recursos de la institución, la falta de especialistas y las citas concedidas a varios años plazo, cuando las consecuencias de las enfermedades podrían ser irreversibles y otros males imposibles de ocultar.
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La curiosa respuesta comienza por poner en duda nuestra salud mental. “A nadie en su sano juicio se le ocurriría, en medio de una fiesta, decirle al cumpleañero que está enfermo, con sobrepeso, arrugado o a punto de infartarse”, afirma. Como la Caja cumplirá 75 años el 1.° de noviembre, debemos guardar silencio para no aguar la fiesta. La respuesta no dice con cuántos meses de antelación ni revela la duración de las celebraciones. Es imposible saber la extensión del periodo de veda a las informaciones críticas. Tampoco advierte si en opinión de la Caja el silencio debe ser observado cada año, cada lustro o cada década.
A nadie en su sano juicio se le ocurriría exigir a la prensa el abandono de su labor informativa para contribuir a la celebración de un aniversario. Precisamente, la Caja ha sido tan importante para el país durante los últimos 75 años que el momento es propicio para exponer sus problemas y explorar soluciones con miras a perfeccionar ese papel en el futuro. En eso consiste la verdadera defensa de la institución, y no en guardar silencio.
“Es increíble como un medio de prensa que se dice serio, se ha empeñado en ventilar a los cuatro vientos los males del Seguro Social y apenas, por un poco de pudor, menciona de paso sus logros, avasallados por la avalancha de la descripción de sus dolencias, naturales cuando se llega a los 75 años sea institución o ser humano”, dice la respuesta de los relacionistas públicos de la Caja.
La institución exige aplausos. Esa no es nuestra labor. No somos porristas, y si bien la contextualización de nuestras informaciones incluye el señalamiento de los logros, no los mencionamos por “pudor”, sino para resaltar cuánto podría perder el país si no endereza el rumbo. Los reportajes no tienen la intención de producir satisfacción con el estado de cosas. Todo lo contrario, y lo decimos con franqueza.
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De poco sirve ensalzar las glorias pasadas si, en la actualidad, se dan citas para exámenes de control prenatal con fecha del 2023. En ese momento, la Caja cumplirá 82 años y podrá invitar a la fiesta al niño de siete, cuya madre declinará hacerse el examen por razones siete veces obvias. Al parecer, los medios deberán guardar silencio sobre semejante despropósito para respetar el aniversario.
La incredulidad de la institución frente a nuestro “empeño” en ventilar sus males “a los cuatro vientos” es desconcertante. Tanto que no tenemos respuesta. Es una afirmación desvinculada del sentido común, tanto como la analogía entre la institución y las personas. Sí, es normal que con el paso de los años los seres humanos sufran dolencias. Eventualmente, sobrevendrá la muerte. Esa, afortunadamente para la Caja y nuestra sociedad, no es la inevitable suerte de las instituciones. Los privilegios laborales injustificables, el abuso de las incapacidades, el despilfarro en horas extras, la subutilización de quirófanos, la mal aconsejada compra de servicios de radioterapia durante años, los biombos, el lentísimo desarrollo del expediente digital y otros problemas no son achaques de vejez.
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Eso nos lleva al pasaje más ofensivo de la respuesta: “No dejemos que solo se escuche la voz de quienes piensan en función de sus ganancias”. Nada ganan este diario y sus periodistas con la exposición de los males de la Caja, más allá del cumplimiento de su misión informativa. Nuestra línea editorial ha defendido y defenderá a la institución, cuya existencia es un bastión de la paz social. Esa defensa nos enfrenta, a menudo, con grupos organizados dentro de la institución que solo “piensan en función de sus ganancias”.