Robert Vesco está muy cerca de Estados Unidos. La proximidad no es solo geográfica; parece que ha caído en desgracia con las autoridades cubanas y que es cuestión de poco tiempo para que estas lo entreguen a la justicia estadounidense.
El fugitivo financista, quien siempre ha alegado inocencia pero ha rehuido presentarse ante los tribunales de su país, probablemente vio a Cuba como el refugio ideal, dado el antagonismo político del régimen de Castro con Washington y la necesidad urgente de dólares en la isla.
Lo que Vesco olvidó es que, al acogerlo, Fidel Castro sabía que disponía de una buena carta de negociación con su acérrimo rival y vecino. El prófugo, sin proponérselo por supuesto, se estaba entregando "a futuro".
Aunque ni en Estados Unidos ni en la isla han trascendido detalles de esta sorpresiva captura, resulta lógico suponer que es el fruto de negociaciones bilaterales (?acaso como contrapartida del reciente acuerdo migratorio?)
Robert Vesco no tomó en cuenta la naturaleza del régimen político que lo estaba recibiendo. Por lo visto, solo pensó en la ventaja que representaba esconderse en un país donde no existe la división de poderes, sino la concentración de estos en manos de un dictador omnímodo. No había contrapeso que pudiese obligar a Castro a entregarlo.
Mas, igualmente, encerraba la gran desventaja. El huésped adquiría un "valor de cambio" que Fidel Castro no ignoraba, y únicamente era cuestión de esperar el momento propicio para usarlo.
La detención del polémico personaje -a quien en nuestro país le sobraron defensores que ni siquiera se ruborizaban- se enmarca dentro de esa lógica de intercambio.
Si el gobernante antillano decide ponerlo en manos de la justicia de Estados Unidos, nada ni nadie podrá impedirlo. En Cuba no existe un Poder Judicial independiente donde pueda intentar una defensa.
Lo que por agua viene...