El gobierno nos viene advirtiendo hace rato que tenemos un problema fiscal. De eso creo que todos estamos claros. La diferencia tal vez está en el grado de gravedad que cada uno le asigne y la visión que cada uno tenga de cómo solucionar el problema. Esta semana, don Luis Guillermo calificó la seriedad del asunto al punto de advertir que el problema puede derivar en violencia.
Dicha advertencia la sustenta en una proyección del déficit fiscal del 8,5% del PIB hacia el final de esta administración, y luego un 10,5% en la siguiente, suponiendo que la Asamblea Legislativa no apruebe nuevos impuestos. En ese caso, advierte don Luis, nos podría suceder como a Grecia y España, donde surgieron violentas protestas cuando se aplicaron medidas drásticas para controlar sus déficits fiscales.
¿Qué tendría que suceder para que se cumpla la proyección de déficit del presidente? Suponiendo que no hay nuevos impuestos, pero que el gobierno sigue controlando el crecimiento del gasto, el déficit podría llegar a ser de un 8,5% del PIB dentro de dos años si la tasa de interés real que paga el Gobierno por su deuda aumentara un 2% cada año.
Para que eso suceda, tomando en cuenta que ya hay mucha deuda adquirida en el pasado a costos bajos, tendría que darse una combinación así: una fuerte alza en las tasas de interés internacionales, que las calificadoras de riesgo le bajen la calificación a la deuda del Gobierno, que eso genere que deje de entrar abruptamente financiamiento externo y que los inversionistas se asusten tanto que se lleven volando los dólares que tienen aquí invertidos.
En otras palabras, una pérdida de confianza total en el país. Algo como lo sucedido a inicios de los ochenta. Sin embargo, la situación de reservas internacionales del Banco Central es hoy muy diferente a la de hace 35 años. Si el gobierno hace un buen manejo macroeconómico, la posibilidad de ese escenario es reducida, aun sin nuevos impuestos. Ahora bien, si el gobierno afloja y se dedica a gastar desbocadamente, sí es posible llegar a un nivel de déficit como el proyectado por don Luis Guillermo.
Por eso no se puede pretender que toda la responsabilidad de la solución fiscal es de la Asamblea Legislativa. Una buena parte del trabajo está en manos del presidente y de su equipo: mejorar la recaudación de los impuestos existentes, mantener la contención del gasto y mejorar su calidad, estimular el crecimiento económico y conservar la reputación del país ante la comunidad financiera internacional.