Una diferencia entre el sector público y el privado es el sentido de urgencia. Esto obedece a una simple ecuación: si la empresa no es rentable, no tiene futuro. En los países, el sentido de premura es menos evidente, pero igualmente pasa la ingrata factura, como lo demuestra el caso de Grecia, entre muchos otros.
El tema me vino a la mente con motivo de la Encuesta Continua de Empleo del INEC, que señala un persistente desempleo del 10,1%, lo que significa 232.000 personas sin empleo, evidente bomba social que ha sido incapaz de movilizar a las autoridades.
Sorprende la respuesta oficial que resaltó como positivo que el incremento en el desempleo se contuvo y que la pérdida de empleos no es generalizada sino focalizada en ciertos sectores. Comentario inapropiado.
La respuesta lógica de cualquier Gobierno es señalar qué se va a hacer, además de aliarse con el sector productivo como motor generador del empleo en nuestro país. Sin embargo, las señales al sector han sido lentas (reglamento para la Banca para el Desarrollo, contención del contrabando) y a veces contradictorias (levantamiento del veto a la reforma laboral).
Por otra parte, es difícil propiciar crecimiento económico, esencial para generar empleo, si no mejoran las condiciones en competitividad y confianza, bien por cierto escaso según las últimas entregas del Pulso Empresarial (Uccaep).
La ruta por delante no es fácil. Una condición sine qua non para la inversión es una positiva situación macroeconómica, hoy amenazada por el creciente déficit fiscal y la lentitud del Gobierno en abordarlo. Se requieren señales y acciones.
¿Cómo sanear las finanzas públicas y a la vez estimular la inversión privada? Cualquier iniciativa fiscal debe ser acompañada con un plan de disminución del gasto público, incluidos detonadores como empleo público y pensiones.
En materia de infraestructura, no podemos seguir construyendo carreteras cada 25 años, obsoletas desde su inauguración, y en materia de energía tan relevante es anticiparse a la demanda como el contar con una matriz diversificada, sostenible y a precios competitivos.
Se requieren, además, mejoras en la calidad y pertinencia en la educación; evitemos condenar a una generación a malos salarios y a una vida de incertidumbre, los menos capacitados son siempre los más vulnerables. La educación es hoy como ayer la mejor inyección al crecimiento y la generación de empleos de calidad.
(*) Nuria Marín Raventós es licenciada en Derecho por la Universidad de Costa Rica y máster en Artes Liberales por Harvard University. Es cofundadora y vicepresidenta del grupo empresarial Álvarez y Marín Corporación.