Es normal que todo ser humano, no importa cuáles sean sus creencias, sus gustos o su ideología, desee para su patria aprecio universal y fama creciente. Por eso no nos sorprendió la discusión entre varios compatriotas, uno de los cuales se mostraba dolido porque la República de Costa Rica, albergue físico y jurídico del pueblo católico más feliz del mundo, nunca ha sido bendecida por el Santo Padre con la elevación al rango cardenalicio de un sacerdote nacido en nuestro territorio. Si bien su observación no ocultaba propósitos reivindicativos ni de irritada protesta, dentro de la categoría que solemos llamar equidad lo señalado por él está cerca de parecer injusto.
Admitió, eso sí, nuestro quejoso conciudadano, un fuerte sentimiento de envidia en relación con nuestros hermanos nicaragüenses, hondureños y guatemaltecos, quienes han tenido dos, uno y dos cardenales respectivamente. “Después de todo”, argumentó, “formamos parte, con idéntica necesidad de sentirnos bienaventurados, de una misma hermandad de pueblos creyentes y, más bien, podemos decir en nuestro favor que somos, en el mundo, el único Estado independiente no teocrático que en su Constitución se declara oficialmente católico. En consecuencia, negarnos el honor y la fama que nos traería el contar al menos con un compatriota Príncipe de la Iglesia, no es razonable”.
Fue entonces cuando un reposado interlocutor le pidió que calculara cuántos millones adicionales de personas sabrían de la existencia de nuestro país si alguna vez se designara un cardenal costarricense y, al recibir por respuesta una cifra improbable, afirmó que, por el momento, nuestros deportistas compensan con creces nuestra desventaja, pues en sus viajes por el extranjero él mismo ha comprobado que los extraños, tan pronto como se dan cuenta de estárselas viendo con un costarricense, se apresuran a confesar su admiración por Keylor Navas.
“Se ve a la legua que más del noventa por ciento de los adultos del planeta saben que Costa Rica existe tan solo porque este es el país del cancerbero estrella del Real Madrid”, afirmó y le aseguró al descontento que, si alguien se presentara en una escuela de Brasil o de Japón preguntando quiénes son Keylor Navas, Rodolfo Quezada, Miguel Obando y Andrés Rodríguez, todos los pupilos responderían que son el portero y los defensas de la Selección de Costa Rica, no un guardameta tico y tres cardenales centroamericanos, y así convenció a todos de que Keylor nos depara más fama que tres príncipes juntos.