El paseo de Trump por el Cercano Oriente y Europa dejó desagradables memorias. En Arabia Saudita, primer alto en su camino, advirtió a los líderes árabes y musulmanes que su unidad era imprescindible para cosechar la paz. Sí, claro, pensamos nosotros, ¿pero cómo?
Según dijo al concluir su alocución en el fastuoso jardín real en Riad, Trump esperaba que su visita fuera recordada en la historia como el paso inicial de una era inédita de paz en el Cercano Oriente. Una muestra de la gratitud saudí por ese regalo fue anunciar la compra a Estados Unidos de armas y misiles por miles de millones de dólares.
Los convidados al banquete, un ramillete de jeques y segundones, se miraban atónitos preguntándose de qué hablaba el pintoresco huésped. Desde luego, haber escogido a Arabia Saudita como la primera y única sede árabe del periplo avalaba las aspiraciones de Riad como potencia hegemónica de ese inmenso desierto con subsuelo de petróleo.
Después de partir Trump para el resto de su tour, las principales fichas de la zona retornaron a sus viejos antagonismos. La batalla resurgió entre Arabia Saudita y su rival por prominencia, Catar. Acto seguido, Bahréin y Egipto retomaron sus violentas represiones contra sus adversarios internos, con saldos cruentos y notorios. He ahí la pax Trumpiana, una fórmula para abonar discordias y alentar huracanes.
Acto seguido, Trump enfiló su caravana hacia Israel y, luego, a Europa. En el primero, todo alegrías y abrazos entre Donald y su viejo amigo Bibi Netanyahu. Luego, su cita bilateral con el presidente palestino Abbas en Belén, cerca del Santo Sepulcro. La prensa describió las interpelaciones de Trump a su contertulio, quien no encontraba palabras para desvirtuar las acusaciones sobre los millones de dólares de ayuda extranjera desviados para premiar a las viudas de terroristas y a más de un vivo.
Posteriormente, Trump llegó a Europa para cobrarles a los socios de la OTAN los faltantes de sus contribuciones conforme al pacto del organismo. Golpeó la mesa para afirmar que esas deficiencias las pagaban los ciudadanos norteamericanos. Tras el ingrato debut, una serie interminable de empujones para ubicarse él, Trump, en primera fila para las fotos. El resultado de la jornada lo resumió la canciller germana, Ángela Merkel, cuando proclamó que la alianza europea podría marchar sola. Qué gran regalo para Putin fue sacudir la OTAN.