“Mamá: ¡no sabes lo agradecida que me siento por tenerte como referente, y de que la gente de mi patria te valore y te quiera como te quiero yo!”. Esas fueron las palabras de Michelle Bachelet en su discurso pronunciado luego de haber sido reelecta como presidenta de Chile.
Con un profundo sentimiento, la presidenta electa le reconocía a su madre, Ángela Jeria, lo importante que ha sido en su vida: “Gracias a mi madre, que ha sido mi aliada y guía en la vocación social, en la disciplina, en la responsabilidad”.
Al otro lado del Atlántico, otra hija, Ángela Merkel, no solo se preocupó de reservar una ubicación especial para su madre, Herlind Kasner, en su tercera ceremonia de investidura como canciller de Alemania, sino que también le pidió a una amiga personal que fungiera como su acompañante, ante la ausencia de su padre, quien falleció hace dos años.
Al igual que en el caso de Bachelet, la madre de Merkel fue fundamental en su formación y valores, entre ellos la importancia del trabajo constante y la austeridad, e impulsó a su hija a esforzarse más que el resto de sus compañeros para superar la hostilidad que su padre, un pastor protestante, despertaba en la sociedad comunista de la República Democrática Alemana.
Kasner, con 80 años, aún continúa enseñando en un colegio público. La revista Gala la denominó: “La mamá más orgullosa de Alemania”, quien, además, le enseñó a Merkel el inglés, idioma que no impartían en el colegio. ¿Qué iba a imaginar Kasner lo crucial que sería esta herramienta para su hija, futura canciller de una Alemania reunificada y una de las mujeres más poderosas del mundo?
Hoy celebro las Navidades siguiendo el ejemplo de estas dos grandes mujeres y expreso mi gratitud, mediante esta columna, a otra gran mujer, central en mi vida: ella es mi madre, Nury Raventós.
De ella aprendí importantes valores que rigen mi vida, como el papel fundamental del amor y de la unión familiar, el trabajo duro y la búsqueda de la excelencia en todo aquello que emprenda.
En una época en que las mujeres tenían pocas oportunidades de cursar estudios superiores, no solo se graduó como historiadora, sino también como abogada, siendo una de las primeras personas en graduarse en dos carreras. No dudo que mi curiosidad intelectual y amor por el conocimiento provienen de ella. En los momentos difíciles de mi vida me ha acompañado el ejemplo de su coraje y temple, así como también la certeza de que, incluso, las vicisitudes vividas encierran grandes lecciones positivas.
Como orgullosa hija, viéndola hoy aquejada por problemas de salud, con la alegría y nostalgia propias de la Navidad quiero decirle: “Gracias, mamá”.