Dos temas

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Escaso eco se ha hecho la prensa internacional de ciertos crímenes perpetrados en Ucrania, que no pueden ser atribuidos a los rebeldes pro rusos ni al Ejército regular, porque habrían sido obra de las formaciones de mercenarios a quienes el Gobierno de Kiev les concede, además de la paga sangrienta, la nacionalidad ucraniana. Es como para preguntarse si los dirigentes ucranianos no se han percatado de que: 1) podría acontecerles lo que le ocurrió a Roma con los mercenarios visigodos –romanos por alianza militar– y un día de estos les saquean su capital; 2) si en algún momento esos mercenarios protagonizaran una masacre de rusos ucranianos, Rusia podría sentirse moralmente habilitada para permitir el paso de combatientes voluntarios que vayan a defender a las víctimas. Y ¿qué decir de la posibilidad de que entre estos voluntarios figuren belicosos musulmanes procedentes de Chechenia? Después de todo, se ha revelado que uno de los más conspicuos líderes del califato yihadista es un checheno reclutado por Occidente en el intento de derrocar la dictadura de Siria. Sin duda, vivimos una época de oportunidades para la clase de los mercenarios.








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