Estamos en esa época del año en que ya nada se mueve: un sol ardiente cae a plomo y deshace la voluntad; el ministro del MOPT, que prometió irse si el puente de la platina no se acababa a finales de febrero, sigue bien sentado en la silla; en la Asamblea Legislativa solo se aprueban proyectos “chayotes” –iniciativas de poca monta, según el argot legislativo-, pues los diputados ya piensan en las elecciones y en que se les acaba la chamba; y el gobierno, ¿qué decir?, más preocupado por que no se menee mucho el palo que por otra cosa. Ya hizo lo que hizo y ahora en cuenta regresiva.
Bostezo generalizado en Costa Rica: no nos matamos de aburrimiento porque, ¡qué pereza!, demasiado esfuerzo. Y, además, ¿para qué? Es mejor hablar de las presas y el calor. Ni los maestros se tomaron la molestia de hacer la tradicional huelga de entrada a clases en pro de la educación de calidad. Solo las redes sociales están activísimas con el escandelete de turno, una incandescencia insustancial pero siempre tóxica. Hasta los troles la llevan suave.
Es como estar en el ojo de la tormenta: alrededor todo brama y nosotros estamos sumidos en una calma mentirosa cuando en realidad vivimos tiempos extraordinarios: varias revoluciones tecnológicas en marcha cambiarán la faz de nuestras sociedades, profundos cambios geopolíticos internacionales, potentes desafíos a la democracia por doquier, desplazamientos masivos de población en busca de mejores horizontes que son frenados con xenofobia y represión. Pero lo que aquí consume la atención es algo tan importante como ver cuando surge la versión criolla de Trump, el “Trumpetico”.
Dije calma mentirosa. Tenemos problemas serios que no hemos resuelto y la inacción complica aún más las soluciones. Por ejemplo: el desbalance fiscal alimenta un peligroso endeudamiento público; el desbalance actuarial de nuestro principal régimen de pensiones, el IVM, obliga a tomar medidas. La expresión “calma mentirosa” también se refiere al hecho de que es una mala lectura de la situación: no es cierto que aquí no pase nada. En este país, miles trabajan intensamente cada día, lo que está esclerótico es la esfera pública.
En este valle de lágrimas, los nubarrones están claros, pero a pocos interesa. ¿Cómo van a interesar las soluciones si creemos que dejar correr el tiempo es una solución? Este es el problema de las élites costarricenses: están en zona de confort.