La disciplina militar, y la especialización propia de un aprendizaje cerrilmente técnico, nos impedían, en aulas y talleres de una escuela politécnica, comentar ideas políticas, religiosas o filosóficas; pero una parte de los 90 minutos de que disponíamos cada atardecer para las actividades deportivas la dedicábamos a sesudas tertulias, tan académicas como podíamos tenerlas unos adolescentes momentáneamente libres de la inspiración y el control de los profesores.
Eso sí, fuera de la escuela, aquellos encuentros habrían resultado inconvenientes o abiertamente subversivos, pues Cuba, país en el que estudiábamos, vivía bajo la “feliz” dictadura del mayor general Fulgencio Batista Zaldívar.
Uno de aquellos debates al aire libre versó sobre un tema vagamente religioso: el diluvio universal. Fito Mayea, habanero muy inteligente, pero no siempre atinado, se propuso convertirlo en una fiesta rumbera y dijo más o menos así: “Piénsenlo bien, caballeros, según ese mito, Noé salvó de la extinción a toda la fauna terrestre, pero no aclara la suerte corrida por la flora. ¡Y oigan esto!, tampoco explica que, como lo más abundante en la inundación fue el agua, prácticamente toda la fauna marina se extinguió”.
Cuando alguien le preguntó cómo había llegado a tan peregrina conclusión, Fito simplemente enhebró: “¡Mira que tú eres bobo, chico! Con la cantidad de agua de lluvia que hizo falta para que ocurriese el diluvio, el cloruro de sodio del mar, la sal, tú sabes, se diluyó tanto que provocó en las sardinas y en los tiburones una hinchazón osmótica que los reventó, como le pasa a una cereza madura cuando se cubre de rocío en el árbol. ¿O tú crees que Noé tenía en el arca una megapiscina con agua del golfo Pérsico?”. Quedamos boquiabiertos, lo que aprovechó Mayea para terminar el baile: “Chico, es como si dijésemos que Batista nos arraló la libertad para que no se extinga la democracia, ¿no e’ cielto ?”.
No en balde recordamos la perorata de Mayea cuando intentábamos desentrañar la propuesta de que el futuro inmediato de Costa Rica se defina, con antelación a la consulta electoral prevista en la Constitución, mediante un granítico acuerdo –inviolable y bajo la vigilancia de una junta de notables– “consensuado” entre partidos y líderes políticos que, en su mayoría, figuran entre los directos responsables de los problemas que se pretende resolver diluyéndonos el derecho a decidir ese futuro en las urnas. Tendremos un nuevo estilo de régimen de partido único, ¿no e’ cielto ?
Fernando Durán es doctor en Química por la Universidad de Lovaina. Realizó otros estudios en Holanda en la Universidad de Lovaina, Bélgica y Harvard. En Costa Rica se dedicó a trabajar en la política académica y llegó a ocupar el cargo de rector de la UCR en 1981.