Bajo la accidentada superficie sobre la que se debate la imprecisa reforma fiscal planteada por el Gobierno, parece haberse consolidado una monolítica capa tectónica que neutraliza el movimiento: la limitada (¿nula?) disposición de grupos y sectores a negociar sus intereses inmediatos en aras de un bien común que a todos traerá ventajas.
No es algo que sorprenda. La tendencia a amarrarnos a un statu quo que nos da frutos tangibles –vía rentas, bajos impuestos, exoneraciones, pocos controles, clientelismo o privilegios–, es parte del alambrado social, y quizá hasta genético, de los seres humanos.
La tendencia se exacerba, y conduce a la parálisis, cuando los individuos se agrupan con visiones corporativistas que equiparan sus ventajas sectoriales al bienestar general, y cuando el poder público no articula el liderazgo, visión, competencia y coherencia propositiva suficientes para romper esa perniciosa “lógica”.
Es lo que estamos viviendo en Costa Rica.
No existe un recetario definitivo para desatar el nudo. Pero saltan a la vista algunas cursos de acción:
Uno, romper la dicotomía del debate (o más impuestos o menos gastos) para incluir ambos aspectos en una propuesta integral en sus partes, pero modular en su trámite legislativo.
Dos, distribuir y aclarar los costos del ajuste; precisar el sentido, propósito y sostenibilidad de los beneficios, y proponer normas fiscales que consoliden la nueva realidad.
Tres, entender que poco sucederá si el Gobierno no invierte un gran capital político en el esfuerzo, y que, como sus reservas son mínimas, no puede desperdiciarlas con gestos vacíos.
Cuatro, negociar, negociar y negociar, con flexibilidad táctica, pero un claro rumbo estratégico.
Hasta ahora, los yerros del Ejecutivo, potenciados por una oposición sin voluntad propositiva, han incrementado el poder de arbitraje de los grupos de presión y, por ende, exacerbado la parálisis.
Romperla no será fácil, pero sí posible. Quizá las reuniones del presidente con algunos de sus antecesores sean más que acciones simbólicas. Quizá preludien una lúcida reorientación estratégica y una inmersión responsable en la búsqueda de soluciones.
Las señales aún son confusas. Mientras no se aclaren, seguiremos en neutro.
(*) Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación. Exembajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).