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Recordatorio

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Hace unos cuantos años, en el transcurso de una mesa redonda, escuchamos a alguien afirmar: “Está bien que la clase política la integremos nosotros los intelectuales”. Lo decía una participante, sin duda, no advertida de que era público y notorio que su carrera de dirigente estaba estrechamente ligada a las generosas contribuciones monetarias de su familia a un partido político. Dicho de otro modo, si aquella apparatchik formaba parte de una clase, esta era solo económica, lo que, para su caso, hacía innecesaria una definición del concepto de “clase política”, y, para llamarse “intelectual”, le bastaba con enarbolar su título universitario común y corriente. Nos vino a la mente una cita de Norberto Bobbio que ahora solo podríamos repetir de memoria y, pese a ello, con bastante fidelidad: “Cuando los intelectuales, creyendo que forman una clase separada, distinta de las clases sociales y económicas, se atribuyen una función privilegiada, es señal de que el organismo social no funciona bien”.








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