¿Murieron las ideologías? Claro que no. Ese conjunto de creencias y opiniones de individuos o grupos referido a la política está más vivo que nunca, para bien o para mal. Pretender ignorarlo es cegarse ante la realidad.
Todos tenemos ideología. Los partidos políticos, las cámaras empresariales, los sindicatos, los medios y las instituciones profesan su filosofía. Las Cortes no están exentas, las universidades circulan por la izquierda, las privadas por la derecha, el Papa la tiene muy bien definida (verde por fuera y rojiza por dentro), ustedes tienen la suya y yo también tengo la mía, buena o mala, pero mía (como dice la canción).
Las ideologías se asientan en la Constitución, carta ideológica fundamental. Es tolerante y, si se quiere, contradictoria (como somos los ticos) al anidar diferentes preceptos fundamentales para complacer a cada grupo. Los liberales rajamos con las garantías individuales, los socialistas con las garantías sociales y los verdes con el artículo 50. Todos abogamos por el bien común, pero diferimos en la forma de lograrlo. Es el abismo que nos separa y remite a las ideologías.
En los albores del bipartidismo, el PLN era de centro-izquierda y el PUSC centro-derecha, pero ahora pisan círculos concéntricos. El PAC de Ottón Solís brotó bien pero, tras el pacto con el FA, viró muy a la izquierda. El libertario ha morigerado su credo liberal en busca de un centro escurridizo. No sé bien la ideología de la alianza cartaginesa de Mario Redondo ni la de la nueva agrupación de Calderón, pero parecen centradas. Podría vivir sereno bajo sus égidas o las del PLN o el PUSC. Pero no con la izquierda.
La sociedad se está polarizando. De un lado, la nueva alianza de oposición legislativa se vio obligada a minimizar diferencias en aras de un plan afín a sus ideologías. Del otro, el PAC se destapó.
Media fracción se abrazó con la mitad del FA y líderes sindicales para defender privilegios anquilosados de empleados públicos, proteccionismo y frenar la apertura. Su ideología común es palmariamente de izquierda, pero sin mayoría para imponerla. El gobierno aún no la avala abiertamente pues necesita de la oposición para subsistir. Mas todo converge hacia un impasse. La diestra impondría leyes de contención fiscal que la siniestra vetaría, a sabiendas de que no las pueden resellar.
La parálisis podría romperla el 50% de votantes independientes en el 2018, al decidir entre ofertas electorales polarizadas. Pero si la oposición se dispersa en muchas marcas similares, le allanará el camino a la izquierda unida. Esto es lo que me desvela.
(*) Jorge Guardia es abogado y economista. Fue presidente del Banco Central y consejero en el Fondo Monetario Internacional. Es, además, profesor de Economía y Derecho económico en la Universidad de Costa Rica.