Columnistas

Pensándolo bien

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Podría preguntarse si la exhortación, por parte de los políticos, para que los electores dedicaran los días de recogimiento navideño a reflexionar sobre sus intenciones de voto no fue sino un maullido de manigordo en la entrada del gallinero. La comercialización de las tradiciones religiosas que supuestamente inclinarían a la mayoría de los costarricenses a un ejercicio semejante, conduce más bien a una euforia consumista agitada y bulliciosa, en medio de la cual no hay grandes posibilidades de pensar con algún grado de concentración. Y no se trata de poner el grito en el cielo porque las cosas ocurren de ese modo: el sistema funciona gracias, entre otros factores, a las reacciones menos reflexivas de las personas, reacciones justamente convocadas por una publicidad que, para bien o para mal, resulta muchísimo más absorbente y efectiva que la mediocre propaganda de la fase activa de la campaña electoral en curso. Además, se puede esperar que, a causa del calentamiento tardío de esa campaña, la interrupción navideña tenga un desmesurado efecto desmovilizador.








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