No vamos a pasar diez años más en este país sin que los partidos políticos, hoy puras sombras chinas, resurjan con fuerza. Difícil vadear el siglo XXI con un divorcio crónico entre ciudadanos y partidos: nuestra democracia representativa, por rica y madura que sea, no lo aguanta.
Se crearán, seguro, nuevos mecanismos participativos; movimientos y organizaciones de nuevo cuño harán mucho más diversa nuestra vida política. Empero, sin partidos, o con unos como estos, estamos fritos: las democracias modernas aún no han inventado otro mecanismo para dirigir el Gobierno de una sociedad.
La pregunta es cómo se crea algo de la nada: ¿De qué hoyo saldrá el ave Fénix? Algunos esperarán al líder milagroso que ordene esta mejenga. No le llego a los talones a Madame Gandhara, la que todo lo ve, pero igual les digo que por allí no va la cosa. Aun cuando dentro de poco emerja un nuevo liderazgo político que pensione a la camada actual, no tiene por qué estar compuesto por figuras carismáticas. Tampoco creo que el líder será el punto de partida del cambio; más bien, será la brega política quien lo forme.
Si uno mira el panorama actual, con una ciudadanía apiñada en el centro político y partidos anémicos procurando seducir, sin éxito, a ese “votante mediano”, un camino probable es la estrategia de la polarización. En vez de partidos buscando votantes, despintándose para aparecer potables a los centristas, a alguien se le ocurrirá el camino inverso: polarizar para atraer votantes, crear una narrativa del “nosotros” contra “ellos” para rescatar la patria del peligro. Ya tuvimos en el TLC del 2007 nuestra primera prueba.
La apuesta por la polarización se puede hacer desde la derecha o la izquierda. El asunto es alimentar y alimentarse del descontento general y jugar al filo del reglamento democrático para crear nuevas lealtades apostando a la turbulencia como método para pescar almas. Es una vía rápida para crear organizaciones de masas, pero es destapar la caja de Pandora: si se va de las manos, arriesgamos la paz y las libertades.
Imaginemos que en junio del 2029, el muy veterano columnista Varguitas describa la historia reciente así: “La gran crisis económica del 2018-2020 fue la tumba de los viejos partidos. De una sociedad empobrecida y crispada surgieron los partidos que hoy organizan violentas manifestaciones a favor y en contra del traslado de la capital a Upala, cerca del gran canal de Nicaragua”.
Ni líder ni estrategia polarizante: ¿Será una crisis, señores, la partera de la historia?
Jorge Vargas Cullel realiza gestión de investigación y colabora como investigador en las áreas de democracia y sistemas políticos. Es Ph.D. en Ciencias Políticas y máster en Resolución alternativa de conflictos por la Universidad de Notre Dame (EE. UU.) y licenciado en Sociología por la Universidad de Costa Rica.