Hoy nos vamos a enfocar en los beneficios y riesgos del nuevo régimen cambiario. Pero, primero, una aclaración: no hay que confundir el régimen cambiario con la política cambiaria.
El régimen es el marco legal dentro del cual se organiza el mercado cambiario (fijo, bandas o flotación); la política es el conjunto de decisiones, a veces cotidianas, para perseguir ciertos objetivos como estabilidad, equilibrio, o combatir el déficit en la balanza de pagos. El primero es normativo; el segundo, arte.
La Junta Directiva del Banco Central varió el régimen cambiario, pero no modificó la política cambiaria. Según apreciamos en el Programa Macroeconómico y las charlas y declaraciones del presidente ejecutivo, Olivier Castro, y sus principales asesores, la política monetaria se basa en la determinación del tipo de cambio mediante oferta y demanda de divisas (equilibrio), matizada por la acción oficial para morigerar oscilaciones abruptas (estabilidad), sin perder de vista la tendencia del mercado a medio plazo. Es, a mi juicio, una política muy sólida.
Los principales beneficios del nuevo régimen y la política cambiaria son la menor inflación observada desde que se viene aplicando (de hecho), la menor volatilidad, mayor confianza para la inversión, menores tasas de interés y fortalecimiento del colón. Desde el punto de vista social, la menor inflación contribuye a preservar el valor real de los salarios, y la estabilidad en las transacciones en algo ayudará a la inversión y crecimiento real, y, por ahí, a generar más fuentes de empleo. El actuar del Banco Central se ha convertido, sin ninguna duda, en el trapito de “dominguear” de esta Administración.
Pero, como en todo, hay riesgos. Uno es que los ticos somos rejegos a cualquier cambio, y, a veces, titubeamos y corremos a tratar de protegernos comprando (o vendiendo) divisas ante rumores, a veces, también, infundados o malintencionados. Los bancos podrían influir (no digo que lo estén haciendo) variando sus posiciones en moneda extranjera. Unos y otros deben convencerse de que el Central está dispuesto a defender su reforma comprando o cediendo divisas para atemperar las oscilaciones, como hizo la semana pasada. Eso justifica el plan de fortalecimiento de reservas por $800 millones, diseñado para prevenir posibles temporales en el futuro, como el alza eventual de las tasas de interés por la FED. Pero el principal riesgo es fiscal. Si no combaten el déficit mediante un balance de menos gastos y más ingresos, se podría deshojar el trapito de “dominguear”. Y nos quedaríamos chingos.