Angela Merkel, reelecta por tercer período consecutivo, se ha ganado su puesto en la historia alemana, llevando a su partido al más importante triunfo electoral en dos décadas. Detrás de este arrollador resultado está su capacidad para inspirar confianza en el electorado, eje central en toda elección.
Este será, sin duda, el gran reto para los candidatos en las elecciones de febrero. El gran protagonista a vencer no será un candidato en particular, sino ese abstencionismo que, si bien se redujo en el 2010, podría crecer en el 2014.
Según datos de una reciente encuesta de Unimer, a hoy solo el 49% de los electores está decidido a votar, una desmejora en 3 puntos con relación a hace cuatro años. Preocupa aún más la composición entre quienes tienen dudas de votar (26%) y quienes definitivamente dicen que no votarán (23%), cifra muy superior al 14% del 2009, aunque esperanzadoramente menor al 39% del 2005.
Debemos regresar e, incluso, tratar de disminuir los niveles de abstención previos a 1998 (18%), y luchar por que ese 34,8% (2006) no se vuelva a repetir. Lograrlo no será fácil, pero tampoco es tarea imposible.
Una población clave serán los jóvenes. Hay interesantes análisis del fenómeno multicausal del abstencionismo en las últimas cuatro elecciones. Un tema a considerar es que quienes se abstienen no necesariamente son los mismos electores (ejemplo: elecciones de 1998 y del 2002), por lo que cada elección tiene sus propias particularidades.
Hay, sin embargo, un dato que no podemos obviar: el peso creciente de los electores jóvenes en el abstencionismo, que en el 2006 ascendió al 40%, vis a vis con el 34,8% total, y, en el 2010, fue de 50% (30,9% total). Por cierto, en esta última elección sobresalen quienes tenían entre 32 y 35 años de edad.
Preocupa que esos jóvenes que no participen en esa llamada a una especial experiencia ciudadana como es el primer voto, no solo se abstienen en ese momento, sino que podrían estar repitiendo esa conducta en elecciones siguientes. Si ese fuera el caso, el abstencionismo, lejos de decrecer, tendría una tendencia creciente.
En el 2008, Barack Obama se convirtió en un referente en el mundo electoral por la incorporación de innovadoras herramientas, lo cual marcó un hito en la comunicación política. Este éxito a veces invisibiliza otro aún mayor, como fue su capacidad de inspirar a una nueva generación de jóvenes y subir sus niveles de participación de un 40% a un 66% (71% primer voto). Prueba de que es posible.
El reto de bajar el abstencionismo es responsabilidad de todos: partidos, candidatos y medios de comunicación,