Pero ¿quién lee una columna un Jueves Santo en este hornazo que ralentiza las neuronas? ¿Quién lee, aparte de, siendo optimistas, la novia, la familia cercana y algunos “mordidos”? ¿Quién quiere saber nada de nada en un día como hoy, en el que en este pueblo de mayoría católica impera la fe en las vacaciones profundas por encima de la escatología del sufrimiento y redención de Jesucristo?
Porque no me van a decir que las procesiones tradicionales de Semana Santa están más concurridas que las playas del Pacífico. A ojos cerrados, creo que no. Todo el que pudo jaló de Chepe y el que no, la lleva de larguito de los actos religiosos.
En ese contexto, no me intriga tanto saber en qué creen las personas (la mayoría está convencida de la existencia de un ser trascendente). Muchos, intuyo, se lo imaginan como un señor mayor de luengas barbas blancas. Más me intriga la cuestión del cómo cree la gente en lo que cree. Ese cómo, más que el qué, me parece la pregunta más interesante.
Porque, y aquí arriesgo, para muchos esa fe en un ser trascendente es vivida con un sentido utilitario, como una especie de seguro de vida cuando las cosas no salen o uno pasa por épocas dolorosas, y no tanto como una convicción profunda en un ser que da sentido al universo y, por tanto, llena nuestro mundo espiritual y guía los actos de cada día.
Siendo una persona al que, confieso, la religión interesa más como fenómeno sociológico que como experiencia ontológica, me pregunto cuál es la razón que mueve a gran cantidad de personas de fe religiosa a no participar en los actos que las Iglesias cristianas, la católica en primer lugar, han preparado para estos días.
Y, con franqueza, reitero la hipótesis cínica de que para muchos la fe es un recurso para cargar los dados a su favor en lances apretados: Necesito a Dios de mi lado para ganar”. Como los futbolistas, que se encomiendan a Dios antes del partido.
Todos tenemos fe en algo. La diferencia no solo es la profundidad de nuestras convicciones, la manera en que estas nos moldean, sino su naturaleza. En este sentido, podríamos dividir a la grey en cuatro grupos: las personas de profunda religiosidad; las de la religiosidad light; las de profundas convicciones no religiosas; y aquellas no religiosas light.
Postulo que más pueden entablar un diálogo fructífero, y comprenderse los grupos de fe profunda, religiosa o no, que los light, muy parecidos entre sí aunque algunos sean religiosos y otros no. Sigo pensando que la vida no es una tómbola.
Jorge Vargas Cullell es gestor de investigación y colabora como investigador en las áreas de democracia y sistemas políticos. Es Ph.D. en Ciencias Políticas y máster en Resolución alternativa de conflictos por la Universidad de Notre Dame (EE. UU.) y licenciado en Sociología por la Universidad de Costa Rica.