Hace cuatro años, 20 niños y seis trabajadores de la escuela de Sandy Hook, en Newton, Connecticut, fallecieron tiroteados por Adam Lanza, de 20 años, quien acababa de asesinar a su madre. Terminada la masacre, el demente volvió el arma contra sí mismo y se mató. Aquel 14 de diciembre, Noah Pozner perdió a su hijo de seis años. Desde entonces, el dolor es un sentimiento constante. Lo mismo ocurre en más de dos docenas de hogares cruelmente desgarrados por el crimen. Para no identificarse con tanto sufrimiento, hace falta un ser humano muy particular, casi inimaginable. Sin embargo, existe.
Pozner y otras familias dolientes son blanco de amenazas e insultos de grupos convencidos de la inexistencia de la masacre. Falsas noticias, teorías de la conspiración y discusiones difundidas en las redes sociales consiguieron amalgamar a un conjunto de fanáticos empeñados en probar el montaje, televisado a todo el mundo con la complicidad de la Casa Blanca de Barack Obama y del Partido Demócrata de Hillary Clinton, cuya red de pedófilos opera en una pizzería de Washington, según las mismas fuentes.
Así como la pizzería fue atacada a tiros el domingo por un sujeto decido a rescatar a los niños, las falsedades de las redes sociales tuvieron consecuencias el lunes, cuando la Policía detuvo a una mujer en Tampa por cuatro cargos de amenazas contra Pozner quien, el año pasado, puso en conocimiento de las autoridades de la Florida Atlantic University las teorías conspirativas sobre Sandy Hook difundidas en el blog de uno de sus profesores.
En esa oportunidad, Pozner y su exesposa escribieron, en el diario Sun Sentinel: “El dolor de sepultar a un hijo no se lo desearíamos a nadie. Sin embargo, para nuestro horror, hay algunos en esta sociedad carentes de toda empatía frente al sufrimiento ajeno. Entre ellos están los teóricos de la conspiración que niegan la realidad de nuestra tragedia. Nos persiguen y acusan de ser agentes del gobierno, que fingimos dolor y mentimos sobre nuestra pérdida”.
La teoría de la conspiración se teje con facilidad. Tras la masacre de Sandy Hook, el presidente Obama y su partido hicieron nuevos llamados a controlar la disponibilidad de armas en la sociedad estadounidense. Los conservadores, aliados con poderosos grupos de intereres, defienden la posición contraria. El “montaje” de Sandy Hook tendría la intención de fortalecer los argumentos del bando liberal para arrancar a los ciudadanos el sagrado derecho a portar armas. Las redes sociales, según los teóricos de la conspiración, ayudan a desenmascarar la treta y castigar a sus artífices. Vivimos en un mundo cada vez más peligroso.
Armando González es director de La Nación.