Seguimos con curiosidad la campaña publicitaria que propicia el Tribunal Supremo de Elecciones con el fin de despertar el interés de los ciudadanos en los comicios municipales de febrero próximo. Es, sin duda, un empeño saludable; pero, si bien es posible que con ella se logre incrementar la concurrencia a las urnas, también es cierto que se inició cuando los electores ya no disponíamos de tiempo ni, mucho menos, de espacio político para influir efectivamente en la integración de unas papeletas que, en lo más importante, terminaron siendo –como escribiría Borges– “perpetradas en los conciliábulos” de los partidos políticos inscritos a escala nacional.
Es de temer que al final sea una jornada de “más de lo mismo”, confirmatoria, para quienes solíamos observar las participaciones electorales del orden del 99 por ciento de las que se jactaban ciertos regímenes autoritarios en el siglo XX, de que votar no siempre significa escoger.
Ciertamente, la lógica del poder exige que todo sistema electoral limite, de algún modo, el multipartidismo. En un extremo, durante la dictadura comunista, en Polonia participaban en las elecciones, además del oficial Partido Obrero Unificado Polaco, otras dos formaciones –el Partido Democrático y el Partido Campesino– que juntas no alcanzaban a elegir el 5% del Parlamento. Se pretendía, con la grotesca coreografía electoral, darle al sistema una imagen de pluralismo que, por supuesto, distaba mucho de igualar a las de las democracias más reconocidas.
La fulminante respuesta del TSE a la denuncia de que un candidato a la alcaldía de San José había hecho colocar carteles proselitistas en sitios públicos no autorizados, vino a recordarnos que, con frecuencia, las autoridades proceden de cierta manera más por la vistosidad que por la eficacia. Remover los carteles era lo indicado, pero podría ser visto como un espectáculo mediático contrastante con algo que pareciera ser una omisión del mismo Tribunal. Hubo quejas de que, en una de las mesas redondas organizadas por una influyente radioemisora, un candidato a alcalde fue excluido presumiblemente por ser el de un partido inscrito a escala cantonal. ¡Y nosotros creyendo que cantonal es la naturaleza de una elección municipal! De haber sido así, la radioemisora habría acreditado, a la manera polaca, únicamente a los “partidos únicos” nacionales, sin que el TSE se diera por inquietado a causa de una falta de equidad que no habría permitido en una campaña presidencial.
Fernando Durán es doctor en Química por la Universidad de Lovaina. Realizó otros estudios en Holanda en la Universidad de Lovaina, Bélgica y Harvard. En Costa Rica se dedicó a trabajar en la política académica y llegó a ocupar el cargo de rector en 1981.