El Banco Central sacó a la luz la revisión de medio año de su Programa Macroeconómico. En realidad, no hubo grandes sorpresas en cuanto a política monetaria. Ante la fuerte desaceleración de la economía, el Central hizo lo que prácticamente todos esperaban que hiciera: eliminar la restricción al crecimiento del crédito. Pero en lo que sí hay cambios es en el énfasis que pone a los riesgos que se presentan en la economía.
Del análisis de los resultados económicos del primer semestre, es claro que la inflación no es la principal preocupación, ni del país ni del Banco Central. La desaceleración de la actividad economía está golpeando duro. El empleo formal ha decrecido y el subempleo ha aumentado. El ingreso de los trabajadores ha disminuido. En consecuencia, las empresas venden menos, lo que hace más difícil la recuperación. Pero, además, el Gobierno se ve afectado porque la recaudación de impuestos se reduce.
Si bien no se puede decir que la desaceleración es consecuencia de la restricción crediticia, esta sí fue un factor que influyó. El Banco Central lo admite al decir que elimina la restricción para estimular el crecimiento. Con ese cambio, el Central ayuda a mejorar las expectativas y, por lo tanto, a revertir la tendencia negativa de crecimiento de la economía.
Del lado de los riesgos, el Banco hace una advertencia muy fuerte en cuanto al alto grado de dolarización de los créditos. Señala que los bancos están incurriendo en un gran riesgo al financiarse en el exterior para dar préstamos en dólares a nivel local. La advertencia es válida, ya que existe el peligro de que, si las tasas de interés internacionales suben mucho, y con ello los capitales financieros huyen masivamente del país, se daría una fuerte devaluación del colón. Eso pone en riesgo, principalmente, a los que están fuertemente endeudados en dólares y que no tienen una buena capacidad de pago en esa moneda. Pero en ese escenario también habría un alza en las tasas de interés en colones, lo que pondría en riesgo a todos los deudores del sistema financiero y, en consecuencia, a los bancos.
Sin embargo, hay otro riesgo que el Banco Central, curiosamente, no resalta en el texto de su Programa Macroeconómico. Costa Rica padece la enfermedad de “déficits gemelos”. Los déficits externo y fiscal siguen creciendo. Especialmente el segundo, que alcanzará la cifra de $3.500 millones para el 2015, según el mismo Banco Central. Esos déficits se están financiando con dinero del exterior, ya sea inversión y deuda privada, o deuda pública. Mientras ese dinero siga entrando, la economía se puede sostener un tiempo más. Pero si los flujos se detienen por cualquier razón, todo el esquema se derrumba. Solo hay que recordar lo que sucedió a fines de los setenta.