El documento presentado por el ministro de Hacienda, Edgar Ayales, titulado “En ruta hacia la consolidación fiscal”, es un buen comienzo para el diálogo nacional. Sobre todo porque pone sobre la mesa una serie de tópicos que desnudan claramente cuál es el principal problema de las finanzas públicas de este país. A diferencia de la fallida reforma de “Solidaridad Tributaria”, presentada al principio de esta Administración y que se concentraba en solo aumentar impuestos, ahora se aborda el problema fiscal de una manera más integral.
Me pareció muy atinado el diagnóstico del problema que hace el documento. Dice: “… las finanzas públicas y la eficiencia y calidad en la provisión de servicios que brinda el Estado se han visto deterioradas por una serie de factores, incluyendo:...”. Y nos da una lista de ocho puntos. Los diputados que crean constantemente nuevos gastos para el Gobierno, sin asignarle nuevos ingresos (quieren hacer chocolate sin cacao). La poca discrecionalidad de dirección que tiene el Poder Ejecutivo. La inflexibilidad en el gasto, provocada por los múltiples mandatos constitucionales y legales de gasto. Los débiles mecanismos de rendición de cuentas. La inercia salarial propia del actual régimen de servicio civil y de ajustes automáticos al salario. La alta carga de transferencias corrientes en el Presupuesto Nacional, sobre todo en pensiones. La escasa capacidad de ejecución de inversión pública. La baja recaudación de impuestos, debido a las múltiples exoneraciones que se otorgan a grupos de presión, a un sistema tributario obsoleto y al alto grado de evasión que existe.
De los ocho factores mencionados, solo uno se refiere a impuestos. Ahí nos deja claro que el problema no se puede circunscribir a solo resolver el “faltante” de ingresos con respecto a gastos. Hay que entrarle a la revisión de por qué lo que hace el Estado no se está traduciendo en mejor calidad de vida para los costarricenses. De por qué no alcanza la plata para hacer todo lo que los ciudadanos quieren que el Estado haga. De por qué tantos grupos de presión encuentran un camino tan fácil para meterles mano a las finanzas públicas, a través de asignaciones especiales de gastos y exoneraciones.
Tomo prestada una frase que vi en una presentación de un viceministro de Hacienda hace un par de semanas, atribuida al filósofo romano Marco Tulio Cicerón, en el año 55 a. C.: “El presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada, y la ayuda a otros países debe eliminarse, para que Roma no vaya a la bancarrota. La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado”.