Angela Merkel no es querida por muchos en Europa. Se le achaca ser la impulsora de las medidas de austeridad que quieren forzar a los países del sur de Europa a socarse la faja. Pero, en casa, sus votantes le han mostrado más cariño. Acaban de reelegirla canciller por cuatro años más. En buena medida, los resultados económicos de Alemania la han ayudado a obtener esta victoria. Aunque su economía no crece mucho, en el contexto de la situación del resto de Europa a Alemania le va relativamente bien.
Parte del éxito económico de Alemania proviene de la aplicación que hacen del concepto de “austeridad”. Viven de una forma que se asemeja a lo que la Real Academia Española define como austero : “Sobrio, sencillo, sin ninguna clase de alardes”. Es decir, gastan justo lo necesario, sin excesos. La misma Angela Merkel lo aplica en su vida privada: sigue viviendo en su apartamento de siempre y haciendo sus propias compras en el súper del barrio. Esto no va mucho con los países del sur de Europa. Ahí quisieran seguir viviendo como si la crisis nunca hubiera pasado, y seguir gastando más allá de su realidad. Por eso ven la austeridad como una camisa de fuerza impuesta desde fuera.
Otra clave del éxito económico alemán está en su nivel de desempleo. Mientras en Grecia y España uno de cada cuatro que busca trabajo no lo encuentra, en Alemania solo uno de cada quince está desempleado. El éxito se debe, en buena parte, a las reformas aplicadas al mercado laboral hace unos diez años. Entre otros aspectos, se introdujo una mayor flexibilidad. Se permitió, por ejemplo, que las empresas y sus empleados se pusieran de acuerdo para reducir las jornadas de trabajo. Como resultado, se evitaron grandes despidos durante la crisis.
Además, se limitaron los beneficios que recibían los trabajadores desempleados. Se pusieron límites en cuanto a tiempo y cantidad, según la condición económica del trabajador y otras características. El objetivo de las reformas era que los desempleados no estuvieran cómodos recibiendo el subsidio –como sucede en otros países–, sino que, más bien, tuvieran un incentivo para buscar trabajo.
Estas reformas se aplicaron al mejor estilo del modelo de desarrollo que predomina en Alemania, denominado “economía social de mercado”. Tienen un componente social, en el tanto están diseñadas para ayudar al que está en una situación de desventaja. Pero, al mismo tiempo, las políticas y las personas se someten a la disciplina del mercado. El gasto debe estar muy bien dirigido, ya que no se trata de gastar por gastar –recuerden, son austeros–. Y además, el que recibe ayuda asume su cuota de responsabilidad, poniendo de su parte para salir de la situación negativa. No se deja todo en manos del Estado.
Bonitas lecciones de las cuales debemos aprender.