No se puede decir que el 2014 haya sido un año aburrido, pues ha tenido bastante movimiento tanto en lo político como en lo económico.
El año se inició con una gran nebulosa sobre quién ganaría las elecciones. Sin un claro triunfador, nos fuimos a segunda ronda. En una decisión nunca antes vista, el candidato de Liberación Nacional se retiró de la contienda. Luis Guillermo Solís, a quien se le daba pocas posibilidades a inicios del año, ganó con un mandato claro de que la gente quería un cambio.
Los cambios empezaron a darse pronto: el nombramiento de un obispo luterano como ministro de la Presidencia, la alianza PAC-PUSC-FA para la elección del Directorio legislativo del 1.° de mayo, los maestros recibiendo al presidente con una huelga, la afirmación de Solís de que comprendía sus reclamos y los de los universitarios que también salieron a protestar, el levantamiento del veto de Óscar Arias a la ley relacionada con los artesanos de la calle 13 bis y, finalmente, el levantamiento del veto de Laura Chinchilla al Código Procesal Laboral.
Todas estas acciones muestran a un mandatario con un estilo diferente. Algunos dirán que es un presidente más humano y comprensivo; otros, que es un gobernante más tirado a la izquierda.
Pero también ha mostrado firmeza: en su discurso de los 100 días, criticó fuertemente el actuar del Estado y habló de muchas “ineficiencias, corrupción y chambonadas”, puso mano firme para controlar a los huelguistas en Limón e insistió en que se respetara el Estado de derecho, tanto para el contrato con APM Terminals como para el proceso que debía seguir Setena. En ese sentido, algunos dirán que es un presidente tirado a la derecha.
En lo económico, el año empezó con una gran devaluación del colón. Luego, siguió el anuncio de la salida de Intel y del Bank of America. Dos golpes duros, sobre todo porque se nos caen los principales argumentos que usamos como país para “rajar” de lo buenos que somos para la inversión extranjera.
Durante el resto del año, la preocupante situación fiscal dominó la discusión económica. Tras seis años de déficit primario, algo nunca antes visto, el Gobierno presentó un presupuesto con gastos que crecen 12% para el 2015. Aunque una mayoría de diputados votó en contra de dicho presupuesto, al final, con algo de estrategia y alguna artimaña legislativa, el Gobierno logró que se aprobara, sin modificaciones, el que había presentado.
En fin, la gente quería cambio, y cambio ha tenido. El 2014 ha sido un año muy diferente.