Para hablar y comer pescado, hay que tener mucho cuidado. En las últimas semanas hemos escuchado varios chascos. Carlos Obregón, Melvin Jiménez y los dos Solís han sido los protagonistas. Todos ellos salieron a dar declaraciones poco acertadas, aparentemente sin pensar muy bien lo que decían, o, a lo mejor, sí estaban pensadas y forman parte de una estrategia política que no logramos captar quienes conocemos poco de se ámbito.
Carlos Obregón, presidente ejecutivo del ICE, anunció un aumento de tarifas eléctricas, minutos antes de que el presidente Solís anunciara la instauración del Consejo de Competitividad. Dado que el costo de energía es un factor muy importante para la competitividad, don Luis Guillermo ya se había comprometido a mantener invariables las tarifas durante 18 meses. Luego el presidente salió a contradecir a Obregón, pero, al final, el aumento de la tarifa básica de electricidad sí se dará, pese a la promesa hecha. Los intereses de los grupos que dominan al ICE quedaron intactos luego de este rifirrafe.
Las declaraciones de Melvin Jiménez sobre unos supuestos despidos en Citibank crearon un polvorín. La información que utilizó el ministro la tomó, aparentemente, de las redes sociales. Algo muy peligroso, dada la naturaleza de negocio de confianza que es la banca. Un rumor, alimentado y aumentado por un ministro de gobierno, puso en peligro la estabilidad de todo el sistema financiero. Por fortuna, finalmente se aclaró que lo anunciado por Citibank era la venta de su operación comercial de Costa Rica y de otros países alrededor del mundo. Eso significa que no habrá despidos, sino un cambio de dueños, algo que sucede con mucha frecuencia en las entidades financieras.
En las últimas semanas, Ottón Solís subió el tono de los adjetivos utilizados para referirse a quienes critican su cruzada para bajar el gasto público. Primero, hablando de la situación fiscal, dijo que prefería escuchar el criterio sobre derechos humanos de Hitler, antes que a Óscar Arias. Luego, equiparó a los “hombres del presidente” con sicarios. El presidente Solís contestó de manera inmediata esta última afrenta a sus hombres de confianza con una carta privada que, curiosamente, terminó siendo pública. El pulso político entre el fundador del partido de gobierno y su nuevo líder pasó a otro nivel.
Estos ejemplos se pueden interpretar como simples errores de comunicación. En ese caso, algunos funcionarios estarían mostrando una gran ineptitud para gobernar. Pero, si, al contrario, esto es parte de una estrategia política orquestada, el problema sería más grave. Los pulsos entre políticos y, peor aún, dentro del Gobierno y de un mismo partido dificultan más la consecución de acuerdos, sobre todo en una Asamblea tan fragmentada. Ninguna de las dos situaciones ayuda a la pronta solución de los problemas del país.