Ya tenía preparada mi columna de hoy con un tema económico aburridísimo, pero la euforia por el triunfo de la Selección contra Italia me hizo cambiar de planes. Esto es un acontecimiento que no puedo dejar pasar sin comentar.
Al que no le gusta el fútbol podrá decir que hay que ser muy fiebre para hablar de asuntos tan superfluos, habiendo problemas tan apremiantes en el país. Pero no se puede negar que el fútbol mueve masas. Si no todo el país, al menos 99% estaba pendiente del partido de ayer contra Italia. La celebración de la victoria une a todos los costarricenses alrededor de una misma bandera. Son momentos en los que las diferencias desaparecen y todos nos sentimos igualiticos.
Es una oportunidad para reflexionar sobre lo que somos capaces de hacer como país. Sirve para quitar el mito de que estamos condenados por nuestra idiosincrasia del “serruchapisos”, en la que nadie puede sentirse triunfador porque es mal visto. Sirve para cambiar la mentalidad de que no podemos hacer cosas grandes, pues somos un país pequeño y pobre. Sirve para dejar de pensar que no podemos competir contra cualquiera a nivel mundial, ya que otros tienen una situación más ventajosa que la nuestra.
La Selección está demostrando en Brasil que, cuando se quiere, se puede. Que, cuando existe una planificación estratégica, con objetivos claros, metas bien trazadas y acciones que van acordes con lo planificado, se puede lograr mucho. Lo que están haciendo Jorge Luis Pinto y los jugadores, con el apoyo de la dirigencia, no es obra de la casualidad. A pesar de las críticas recibidas, Pinto ha mantenido su plan, y lo ha ido ejecutando paso a paso. En los partidos, frente a dos excampeones mundiales, la Selección nunca perdió de vista la estrategia trazada. Se vio un conjunto ordenado, trabajando en equipo por lograr un objetivo común.
El triunfo le deja varias lecciones al país. No nos debemos menospreciar, somos capaces de hacer cosas grandes. Si bien la competencia a nivel mundial es fuerte, tenemos la capacidad de competir de tú a tú con cualquiera. Como dicen, “hay que creérsela”. Para ello, debemos planificar mejor, establecer metas ambiciosas y, con base en ello, confeccionar una ruta estratégica, con acciones concretas que nos lleven a lograr lo planteado.
Eso se aplica a nivel personal, pero también a nivel de empresas y de Gobierno. Para ello, los empresarios deben dejar de esperar a que las condiciones sean perfectas para poder salir a competir a nivel mundial. Los Gobiernos, por su parte, deben aprender a mantener la ruta estratégica de largo plazo, sin hacer tanto cambio antojadizo cada cuatro años. Y, por supuesto, las acciones deben ser de buena calidad, e ir acordes con la ruta establecida.
Solo así podemos seguir soñando en ser campeones mundiales. ¡Sí se puede!