La crisis de liquidez en que está el Gobierno es una alerta de lo que puede venir en un futuro, cercano, si no se toman medidas. Figuremos que Costa Rica es una familia (en las buenas, como por ejemplo cuando juega la Sele , lo somos, en las malas, como en esta falta de plata, nada de nada).
Lo cierto es que esta es una familia bien endeudada. La mitad de sus ingresos los debe y, en solo cinco años, su deuda subirá al 60%. Solo el año que viene, en el 2018, tendrá que pagar ¢1,2 billones que le prestaron y, no hay plata. Este 2017, a más tardar en diciembre, hay que sacar ¢577.000 de la billetera para deudas, y tampoco hay cómo.
Papá y mamá están preocupados: hablan al desayuno, al almuerzo y la cena de cómo harán para resolver esa falta de plata. Pero, como aún queda algo en la refrigeradora, no pasan de palabras a hechos.
Papá y mamá comentan a sus hijos que hay planes de recortar dinero por aquí, por allá, pero a todos los entra por un oído y les sale por otro.
Una de las hijas, la que más gasta, y que depende de papás, habla de darle un plus a quienes trabajan para ella. Plus porque en la casa hay muchos zancudos, plus porque en el barrio hay pobres, plus porque por allí hay riesgo de terremoto... la muchacha, que sacó bachillerato, ni idea tiene de que toda Costa Rica está sobre una placa sísmica... Menos, de que mosquitos hay en toda parte. Ella paga el plus pues de por sí la plata no es de ella.
El hermano mayor es el que da el peor ejemplo entre lo que pregona y lo que hace. La boca se le llenaba para hablar de justicia para todos los hermanos, pero cuando se intentó que todos tuvieran beneficios parejos, se declaró en huelga de hambre. Nadie en la casa le dio pelota, por lo que depuso el paro. El berrinche siguió y nada tonto, el muchacho más bien se sacó de la manga su “pacto de negociación” y resulta que sus peticiones eran para seguir comiendo a plato lleno.
El hijo menor, viendo que el mayor hace lo que le venga en gana, ahora también hace berrinche porque de la mesada le van a rebajar los impuestos de Netflix, Spotify...
¡Esa familia es única! Saben que no hay plata, pero nadie quiere recortar gasto y, papá y mamá, sin carácter, siguen de ‘paganinis’.