La caída del petróleo obliga a repensar el futuro de esa industria y la política energética. ¿Qué esperar del mercado en el futuro? Habrá que adivinar cuál será la política energética global, y especular si, en nuestra generación (o lo que queda de ella), el mundo podrá prescindir del petróleo.
El crudo cayó por la mayor oferta en EE. UU., la menor demanda mundial por la ralentización del PIB y la decisión de Arabia Saudita de no bajar su producción. Pero el PIB mundial repuntará algún día, la explotación del nuevo petróleo ( fracking ) exige mayores precios para ser rentable (al igual que el convencional) y la presión conservacionista puede inducir cambios en la política energética.
A corto plazo, el petróleo no subirá, dicen los expertos. Podría, incluso, bajar. Pero pronto podría remontar por razones geopolíticas y los costos de producción. ¿Cuán pronto es “pronto”? Nadie lo sabe con certeza. Las reformas estructurales en Europa, China y Latinoamérica en pro del crecimiento son políticamente difíciles y no están a la vuelta de la esquina. A Arabia Saudita tampoco le urge contraer su exportación, pues nada en divisas para aguantar el temporal. Su estrategia es dejar que la competencia se desangre solita y los Gobiernos dejen de auspiciar otras tecnologías limpias, mucho más caras.
¿Puede el mundo prescindir del petróleo, como pretenden Lili Fuhr y Niclas Hällström (“El mito de las emisiones netas cero”), sin afectar la producción, empleo y salarios? La respuesta es “no”. Enterrar el petróleo, al menos en esta generación, es impensable. Colapsaría la economía mundial con efectos devastadores en la producción, comercio y empleo (solo basta pensar en todo el mundo andando a pie, o bicicleta, y trasegando mercancías en carreta).
La baja del crudo es el peor golpe para algunos, pues aleja la sombra de la sustitución económicamente rentable del petróleo. Un provocador análisis de Víctor Davis ( Low Oil Prices Succeeded Where Obama Policies Failed ) sostiene que el sector privado desafió la política energética de Obama, tendiente a encarecer el petróleo para estimular (artificialmente) otras fuentes de energía, y, mediante fracking, perforó más pozos ( drill, baby, drill ). Al bajar, el consumidor podrá gastar más (efecto ingreso, igual a un súbito aumento salarial) y estimular el PIB y empleo, lo que no logró Obama con su política económica y empeño en restringir la explotación de gas y trasiego de crudo (Keystone). Hoy, EE. UU. es más competitivo. ¿Reduciremos nosotros los impuestos al combustible para recobrar competitividad?