El presidente electo de los Estados Unidos aprovechó un discurso televisado para tranquilizar al país: el tamaño y funcionamiento de sus genitales no están en duda pese a la reducida talla de sus manos. Por otra parte, se siente en libertad de toquetear a las mujeres dado su estatus de celebridad mediática.
El comandante en jefe defiende el uso de la tortura y propone el asesinato de los familiares de terroristas. En una nación fundada sobre la libertad de credo, propuso un filtro religioso a la inmigración y prometió trabajar para limitar la libertad de prensa, cuyos practicantes son los seres más corruptos del planeta.
Su Vietnam personal, dijo el jefe supremo, fue la lucha contra las enfermedades venéreas en el Nueva York de hace cinco décadas. Al mismo tiempo, negó méritos al heroísmo del senador John McCain porque “se dejó” capturar cuando su avión fue derribado en territorio enemigo.
El cambio climático, dice el líder de la nación más industrializada, es una farsa promovida por China para restar competitividad a Norteamérica. En consecuencia, los acuerdos de París deben ser desechados mientras revive la minería del carbón.
El mandatario no se cansó de deslegitimar el sistema electoral y las instituciones democráticas. Comenzó por teñir de fraudulenta la presidencia de Barack Obama, cuyo nacimiento en Kenia fue dogma hasta hace un par de semanas. Por otra parte, prometió encarcelar a su contrincante para castigar sus “actividades criminales”.
El rector de la economía más desarrollada del planeta no permitirá al tercer mundo sacar provecho del comercio internacional. Impondrá nuevas reglas, contrarias al libre intercambio y a los tratados firmados por su país. También utilizará aranceles proteccionistas a riesgo de iniciar una guerra comercial de alcances insospechados.
El futuro jerarca de la diplomacia hará pedazos el acuerdo nuclear con Irán y no garantiza a sus aliados el cumplimiento de los convenios de defensa mutua, la “obsoleta” OTAN entre ellos. Quizá estimule la proliferación nuclear para que cada palo aguante su vela.
La columna se hace corta y ni siquiera ha podido adentrase en el muro fronterizo y su pago mediante la confiscación de remesas enviadas a sus hogares por los más pobres entre los pobres. Tampoco hay espacio para la burla de obligaciones tributarias, el inusitado secreto de las declaraciones de impuestos, la admiración hacia Putin y los supuestos planes contra el Estado Islámico. Solo hay campo para solicitar comprensión por no haberlo considerado posible.
Armando González es director de La Nación.