¿Por qué somos tan descuidados con el agua, un recurso vital para la sobrevivencia y desarrollo del país? Solo para aclarar: uso aquí la palabra vital no solo en su acepción de “importante”, que lo es, sino en su sentido etimológico, como algo indispensable para la vida y la reproducción humana (del latín vita, que significa vida). Reitero, ¿cómo podemos ser tan chapas en la gestión del agua, si dependemos de ella?
Todos queremos agua, la demandamos aquí y ahora en nuestras casas, en nuestro negocio, para el ganado y la planta industrial o para el proyecto inmobiliario que deseamos desarrollar. Codeamos a otros para que nuestra demanda sea atendida y, bueno, salados los que siguen en la fila. Nos enojamos y denunciamos públicamente cuando falta el agua en la cantidad y calidad que requerimos.
Cuando se trata de nuestra agua, no aguantamos ni que nos miren feo. Sin embargo, como sociedad, no nos mueve un pelo tener una ley de agua obsoleta, que data de los años cuarenta del siglo pasado, cuando éramos unas 700.000 personas, San José apenas bordeaba los 100.000 habitantes y extensas zonas de nuestro territorio estaban sin colonizar.
Nos multiplicamos siete veces (hoy rozamos los 5 millones), cementamos zonas enteras de recarga de acuíferos; contaminamos las cuencas de los ríos; excavamos miles de pozos ilegales; dimos permisos para construir en zonas con poca oferta hídrica; sobrecosechamos ríos con plantas hidroeléctricas; creamos, impertérritos, un marco legal en el que muchas instituciones tienen competencias sobrepuestas en la gestión del agua y aceptamos, por décadas, el nombramiento en el ICAA de cualquier dirigentillo que no había quedado diputado o ministro (por dicha esto último cambió).
Hicimos todo eso, pero caemos en cruz y pateamos suelo cuando nos falta el agua o nos niegan un permiso.
El statu quo en la gestión del agua es insostenible, ambiental y políticamente hablando. Lo primero ya lo traté, y en cuanto lo segundo solo apunto que, en ese desorden, donde gana quien más grita o el mejor enchufado, los conflictos por el agua recrudecerán.
Recientemente, la Sala Cuarta declaró inconstitucionales un par de artículos de la nueva ley del recurso hídrico. Lo que la Asamblea Legislativa debe hacer es corregir esos defectos, aprobar definitivamente el proyecto (tiene sus bemoles, pero es lo que hay), para frenar así las manos peludas que desean prolongar el actual estado de cosas. Lo contrario sería una victoria de la irracionalidad.
(*)Jorge Vargas Cullel es gestor de investigación y colabora como investigador en las áreas de democracia y sistemas políticos. Es Ph.D. en Ciencias Políticas y máster en Resolución alternativa de conflictos por la Universidad de Notre Dame (EE. UU.) y licenciado en Sociología por la Universidad de Costa Rica.