La misión del Fondo Monetario que visitó recientemente el país dictó una interesante conferencia sobre la economía nacional. Abordó la vulnerabilidad fiscal y reiteró sus recomendaciones anteriores, pero también evaluó con profundidad la política monetaria y cambiara del Banco Central. Fue lo más novedoso.
En el 2015, el PIB crecía menos de su potencial (3%), la inflación se desplomaba a cifras negativas y las tasas reales de interés subían abruptamente. El BCCR bajó acertadamente su tasa de política monetaria, pero los bancos comerciales no bajaron las suyas con la misma intensidad. Ese rezago –dice el Fondo– le pasó una cara factura al crecimiento del país. Teníamos razón quienes lo advertimos. Quizás lo debíamos haber gruñido con más sonoridad.
En lo cambiario, reveló cinco hallazgos clave: 1) el régimen de flotación es esencial y debe preservarse; 2) el tipo de cambio actual no está desalineado y responde al equilibrio (usó tres criterios técnicos distintos para llegar a la misma conclusión); 3) tras la crisis, el crecimiento potencial difícilmente excederá el 4% real y, para crecer más y abatir el paro, lo que procede no es devaluar –como sugieren algunos– sino hacer reformas estructurales (esas reformas, agrego yo, no están en la agenda oficial); 4) la flotación administrada debe flexibilizarse para no comprometer las futuras metas de inflación (más “flotación”; menos “administrada”); y, congruente con lo anterior, 5) revelar el criterio de intervención en el mercado cambiario.
Los cinco me parecen bien. Los tres primeros significan que el BCCR acertó al desligarse de las bandas para abrazar un nuevo régimen cambiario (por el que hemos abogado más de 20 años) y ha hecho bien al rechazar los incisivos intentos de ciertos grupos por inducirlo a devaluar en contra de los fundamentales y el equilibrio del mercado (¡fuera manos!). También es de notar lo que, por omisión, descarta: embarcarse en una guerra competitiva de devaluaciones artificiales por el solo hecho de que otros países lo han hecho.
Para hacer más transparente la intervención del BCCR, recomienda dar a conocer la famosa resolución que, con el aval de la Sala IV, se negó anteriormente a publicar. Pero en vez de publicarla ahora (deschingarse) yo recomendaría derogarla del todo, junto con sus hijuelas de intrusión en casos de “violenta volatilidad” (término que nunca entendí), y dejar flotar el colón más libremente para evitar que sus detractores se enrabien contra el nuevo régimen cambiario. Como dice el refrán, muerto el perro se acabó la rabia.
Jorge Guardia es abogado y economista. Fue presidente del Banco Central y consejero en el Fondo Monetario Internacional. Es, además, profesor de Economía y Derecho Económico en la Universidad de Costa Rica