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Exportar es bueno

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Según un temprano despacho de prensa, la riada clandestina de niños centroamericanos hacia Estados Unidos, a través de parte del Istmo y la totalidad de México, estaba “a punto de convertirse en una catástrofe humanitaria de colosales dimensiones”. Había que leer muchas veces aquel texto para no tomarlo como un despropósito. Ya para entonces, el llamado “problema de los niños migrantes” al cuidado de mafias de coyotes era una crisis humanitaria de colosales proporciones, tanto en sí mismo como porque era parte de uno más amplio que es la trata de personas, la conversión de los seres humanos en mercancías que se venden –o se transportan– como si fueran cosas. Lo que nadie podrá explicar es el que los dirigentes –para llamar de alguna manera a todos los gobernantes de Centroamérica– no se hubieran dado cuenta, desde hacía mucho tiempo, de que ese fenómeno estaba ocurriendo.








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