La conmemoración de la derrota del nazismo, hace 70 años, ha sido copiosa en las imágenes de aquella trascendental victoria aliada, incluida la Unión Soviética. Y la más triunfalista y armamentista propaganda del día le correspondió a Rusia, la de hoy, con Vladimir Putin a la cabeza y una botella de su vodka predilecto al lado. Cosacos, misiles y miles de tropas redondearon el espectáculo.
La grandiosidad del evento fue afectada negativamente por la ausencia de los líderes de las otras potencias invitadas a la fiesta. Solo el presidente chino estuvo ahí raspando codo con el anfitrión.
Las cancillerías de los ausentes dijeron que debido a la intervención rusa en Crimea y Ucrania se vieron en la necesidad de protestar por esos quebrantos mediante su ausencia.
En el amplio panorama de la efeméride no hubo tampoco espacio para recordar los dramáticos acontecimientos que conformaron el prólogo de la Segunda Guerra Mundial. En particular, el putsch del general Francisco Franco contra la República española.
Temprano en mis inquietudes académicas, el cosquilleo de algunas dudas me condujo a un curso de verano en la Universidad de Costa Rica, realizado en el antiguo edificio de Farmacia, impartido por un eminente historiador y figura política de la República española, casado con una costarricense, el profesor don Antonio Jaén Morente. Fue un acierto matricularme, en especial para comprender mejor lo relativo a la ideología prevaleciente en la República española y la dictadura que le siguió.
En una conversación con don Antonio, posteriormente, salió a colación una fiesta familiar en México a la que me uniría en pocos días. Mi profesor me pidió visitar la Embajada de la República para renovar su pasaporte. Cumplí con placer el encargo.
Me recibió el embajador, quien explicó que México no se había unido a las naciones que rompieron con la República al finalizar la Guerra Civil. Sin duda, dijo él, fue un caso de hidalguía y solidaridad, de esos que cada día ocurren menos.
Tiempo después, cuando estudiaba en Estados Unidos, leí en alguna revista que la derrotada República española de hecho se asiló en México.
Como parte del traslado, varios millones de dólares en lingotes de oro se entregaron en custodia a México, el de entonces. La interrogante, según recordé, era cuál habría sido el destino de esos millones. ¿Hidalguía, solidaridad?
*Jaime Daremblum es abogado y politólogo, director de Estudios Latinoamericanos del Hudson Institute en Washington, exembajador de Costa Rica en Washington y Ph.D. de Tufts University, Flectcher School.