De acuerdo con los datos de desempleo aportados por la Encuesta de Hogares, la desocupación es un problema creciente en el quinto sector de más bajo ingresos. En el 2007 la desocupación en este grupo era del 11,2 % y este año el porcentaje ascendió al 21,9 %. Se trata de una duplicación porcentual en apenas 10 años, y la tendencia es a crecer porque el cambio tecnológico desplaza, cada vez más, empleos repetitivos y basados en la fuerza física.
Podemos enfrentar parcialmente el problema con reformas que mejoren nuestro sistema educativo y de capacitación, preparando a la gente joven para la adaptación al cambio tecnológico, pero una parte muy importante de nuestra población económicamente activa ya perdió la oportunidad educativa y por su bajo nivel es rechazada de los cursos profesionales y tiene obligaciones familiares que le impiden asistir a las clases de tiempo completo del INA.
¿Es bajando los salarios mínimos y las cargas sociales como dichos grupos van a encontrar empleo, como propone Juan Carlos Hidalgo en su columna del 20 de noviembre (“Desempleo regresivo”)?
La receta ha funcionado en países donde apenas empiezan el camino del desarrollo, pero no en los de desarrollo intermedio, especialmente en las condiciones costarricenses, donde un sector, el moderno, ha tenido políticas adecuadas y sus ingresos han subido, y el otro, el tradicional, donde se concentra el desempleo, es ignorado por las políticas públicas, está estancado o retrocede.
Ajuste educativo. En este contexto, es preciso ajustar el sistema educativo. Hay que preparar, por una parte, a los jóvenes para los cambios en el mundo actual, donde desaparecen miles de puestos de trabajo todos los meses y la tradicional formación de una profesión u oficio para toda la vida es cada vez más lejana. Aprender a desaprender y volver a aprender debe ser el eje de la formación.
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Por otra parte, también en el campo de la formación profesional, es preciso innovar, crear procesos de capacitación semiprofesional que se constituyan en verdaderos puentes de generación de ingreso capaces de incorporar a aquellas personas de bajo nivel educativo, donde se concentra la pobreza y el desempleo.
Se trata de capacitación innovadora, que no dependa necesariamente de la construcción de suntuosos edificios y de personal permanente. Procesos basados en la organización de las comunidades, que permitan aprovechar las instalaciones y los recursos humanos locales para incorporarlos a la vida económica.
Son sistemas donde la gente aprenda a organizarse autónomamente para llevar sus cursos y efectuar ferias para exponer sus proyectos y productos. Pero, además de llevar cursos preprofesionales, quienes tengan ideas productivas puedan alfabetizarse en elaboración de proyectos productivos y comunales.
Emprendimientos. Esto no es nada nuevo en nuestro país. Varios proyectos piloto fueron llevados a la práctica en Guanacaste, en la década pasada, y fueron aplicados masivamente en la región sur por el proyecto Germinadora.
Algunos montarán su negocio en algún nicho de mercado vacío, pero no es posible pretender que todos se transformen en empresarios. Muchos serán asalariados como ayudantes de mecánicos, panaderos, transportistas. Habrán dado un paso adelante, por ejemplo, después de armar y desarmar un motor, bajo supervisión del mecánico local. Pero lo más importante es que, al organizarse para llevar los cursos y presentar sus productos y servicios en una feria local, se relacionarán con los actores de la economía y de la comunidad local.
En el sur de África utilizan esta metodología, de origen latinoamericano, para organizar las comunidades en la solución de sus problemas como parte de los gobiernos locales.
La visión de lo local les permite a las comunidades organizadas no solo priorizar y actuar sobre sus necesidades, sino, también, promover las alianzas y encadenamientos que fortalecen la vida económica y cívica.
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En ese sentido, ya existen precedentes internacionales, lo que ha faltado es flexibilidad institucional y ajuste de ellas a las necesidades y posibilidades de organización autónoma de las comunidades. Se imponen en la realidad las estructuras subyacentes y clientelistas de poder.
La reforma institucional es fundamental para romper el ciclo clientelista y dinamizar las fuerzas y capacidades locales base del capital social. No se trata de asumir las consignas de moda como Economía Social Solidaria para construir focos de poder clientelar. Las capacidades de la gente solo se potencian a través de la organización autónoma en la resolución de sus problemas, con servicios pero sin tutelajes. De otra forma, seguirá creciendo la pobreza y la exclusión social, terreno fértil para la incubación de la creciente delincuencia organizada, y el narcotráfico.
El autor es sociólogo.